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Antonio SÁNCHEZ ESCUDERO
Que ninguna enfermedad te quite las ganas de vivir. Que ningún mal perturbe tu felicidad. La vida es demasiado corta para perder momentos buenos por culpa de cualquier intruso que se meta en tu mente. No les prestes la más mínima atención. Sé tú mismo, alegre y ríe, ríe todo lo que puedas porque un día perdido es un día que perdiste y que no volverá. Disfruta de todo y en todo momento y ten presente siempre que eres un afortunado/a y que la vida es bella.
He estado en más de 80 países, hablo 6 idiomas y soy experto en comercio internacional, licenciado por la Universidad de Köln (Colonia)... pero no estoy de vuelta de todo, ni mucho menos, porque todavía no he llegado. ¡Me falta tanto por aprender!
Nací en Madrid el 13 de abril 1937 y vivo en Oiartzun desde hace 45 años. Con unos meses mi madre me salva la vida metiéndose debajo de la cama conmigo. Unos segundos después una bomba destroza el tejado que cae sobre la cama. Mi vida ha sido una lucha, variada, lejos de la monotonía. Me he visto en situaciones extremas; desde tener que recoger colillas para que mi queridísimo padre se fumara un pitillo, hasta buscar una cáscara de plátano en un basurero... eran años de la posguerra y no me avergüenzo de contarlo porque el hambre y la miseria lo invadían todo, ¡aquello sí que era crisis! Más tarde, ya con 25 años, encontrarme en las calles de Düsseldorf a 18 grados bajo cero con 39 de fiebre, sin trabajo y sin permiso y sin casa donde dormir, hasta dormir en una cama compartida con un individuo que me despertó a las 3 de la noche encañonándome con una pistola de la que recuerdo era negra y fría, muy fría, o encontrarme en un avión que no podía aterrizar porque se le rompió el sistema hidráulico, pasando por un sinfín de anécdotas. Y no borraría nada de lo que he pasado porque gracias a ello tengo una enorme resiliencia. Soy como un junco que por mucho viento y fuerte que haya me cimbreo, pero vuelvo a estar de pie.
Acepta la enfermedad. Estúdiala. Y véncela.
Foto: CC BY - OakleyOriginals
La vida no me la tomo muy en serio, todo lo contrario, me la tomo con gran sentido del humor porque al fin y al cabo es una guerra que tenemos perdida de antemano. Pero lo que sí me gusta es ganar batallas. Con 14 años gané la batalla de la tuberculosis. Oigo a mis hermanas mayores que yo decir “ay qué pena el niño se va a morir”. Y yo que lo oigo me digo a mi mismo (“Antonio, se creen que te vas a morir pero no te vas a morir”). Reposo etc. y queda vencida la enfermedad. No tengo miedo. Una idea positiva hacia adelante siempre.
Debido a que trabajo para pagarme mis estudios, tengo que estudiar en el metro, en el tranvía, o andando por la calle. Soy feliz el domingo porque ese día no trabajo y tengo todo el día para estudiar. Esto me hace tener una úlcera gastro-duodenal, una batalla que dura 40 años hasta que consigo derrotarla aniquilando la bacteria Helicobacter Pylori H.P. responsable de originar la úlcera. Otra batalla que estoy librando es que en 1992 me descubren mediante biopsia que tengo un basalioma, un tipo de cáncer de piel, que me lo extraen. Desde entonces me han extirpado 16, tres en la cara con injerto. ¡Adelante Antonio la Carretera Nacional es tuya!
Con el Tercer Milenio en el 2001 se me presenta otra batalla y la combato encarnizadamente sin dar tregua al enemigo, es cuando me detectan Parkinson. Ahora tengo 74 años y la suerte de tener la enfermedad del Parkinson. Digo “la suerte” porque en el reparto de enfermedades me podía haber tocado otra. Como ves, estimado lector/a, hace diez años Mr. Parkinson se instaló dentro de mi persona (entró por la puerta de atrás y sin avisar).
Me documenté sobre la enfermedad. ¿Qué es? La enfermedad de Parkinson es una dolencia neurodegenerativa, con un proceso progresivo, crónico e invalidante causada por una disfunción del cerebro o la médula espinal, que son las dos partes principales del sistema nervioso central, o bien por el sistema nervioso periférico y los músculos. La degeneración de las neuronas productoras de dopamina, en una pequeña región de la base del cerebro llamada sustancia negra, son la causa de la enfermedad. La causa de esta degeneración no se conoce.
Esta enfermedad se caracteriza por la presencia de cuatro síntomas principales: temblor, rigidez muscular, bradicinesia (lentitud o aumento de movimientos) y alteración de los reflejos posturales. Otros síntomas son: disfonía (voz débil), micrografía (escritura difícil), disfagia (dificultad de deglución y babeo), fatiga, depresión. En cualquier caso, no todas las personas con parkinson van a desarrollar todos los síntomas.
Normalmente los síntomas de la enfermedad de Parkinson se desarrollan lentamente. Es una enfermedad progresiva. Sin embargo esta evolución varía ampliamente de unas personas a otras. El curso puede variar desde una enfermedad leve, permaneciendo estática durante muchos años, hasta una forma mucho más agresiva, con una progresión rápida y una discapacidad severa, pudiendo llegar a ser muy incapacitante a lo largo del tiempo, ya que afecta a todos y cada uno de los músculos del cuerpo.
Lejos de amilanarme le dije: “Wellcome Mr. Parkinson, we are going to live together”,... le hablé en inglés y le dejé claro una cosa “en mi cuerpo mando yo, y no él”.
Escucha música buena. Y ríete, ríete mucho... porque un día sin risa es un día perdido.
Foto: CC BY - Neal
Y le llevo a sitios que odia, como son Pilates, Yoga, Euskaltegi, Txalaparta, Universidad (donde doy de vez en cuando un cursillo sobre qué hacer cuando se termina la carrera), pinto murales, voy a mercadillos, escribo, o le llevo en mountainbike o me abrazo a un árbol y le digo “amigo árbol dame tu fuerza” y le siento que dice “ahora me escapo de éste” y yo le digo “no way Mr. Parkinson I won’t let you out”. “Soy el Sr. de mi cuerpo y solo yo mando en él nunca tú”.
El Dr. Linazasoro me atiende y el Dr. Olascoaga que me lleva la enfermedad desde el principio me dice todos los años “estás muy bien, no te aumento la dosis de Levodopa”. Ahora me han aumentado un poquito, pero poco junto con el Mirapexin. También tomo una pastilla por la próstata que tengo desde hace 3 años.
El 15 de diciembre pasado di una conferencia, presentado y arropado por el Dr. Linazasoro, en el Aula de Cultura de Kutxa. Sobre cómo hacer frente a las enfermedades visto desde la perspectiva de un enfermo, y quitar el miedo y dar confianza a los asistentes. La conferencia fue un éxito según lo asistentes y la crónica que sacó el Diario Vasco al día siguiente.
He terminado de escribir un libro “Mi lucha contra el parkinson” que verá la luz este año. Tengo un gran sentido del humor, soy un excelente comunicador y mi idea es poder dirigirme a través de la televisión, de Centros, de donde sea a todos los que estén enfermos, empiecen a estarlo o los que no están todavía y tienen miedo de estarlo. Tranquilizarlos hacerles saber que cada uno de nosotros somos dueños de nuestro cuerpo y que solo nosotros mandamos en él y no un falso intruso que se ha metido sin permiso. Hacérselo saber a todos para que la enfermedad se sienta mal y avergonzada y nunca nosotros, que tenemos nuestra dignidad y debemos luchar con todas nuestras armas para vencerles. Y reírnos, reírnos, reírnos porque mis neuronas están muy contentas cuando me río, cuando escucho buena música, cuando me llaman a rodar un corto o un anuncio o cuando toco txalaparta, cuando estoy activo y entre las demás personas. Con una camiseta que pone: Tengo parkinson pero en mi cuerpo siempre mandaré yo. VIVE LA VIDA AHORA!!
Te recomiendo mi decálogo en el que baso mi optimismo y ganas de vivir:
1. Quítate los miedos. No sirven para nada.
2. Equivócate. Comete errores. De ellos aprenderás.
3. Huye de la perfección. Solo te dará disgustos.
4. Vive el presente. Aquí y ahora.
5. No te preocupes del río hasta que llegues a él.
6. Vive siempre la vida con enormes ganas de vivir.
7. Tu mente lo puede todo. La vida es demasiado corta para perderla en envidias y odios.
8. Acepta la enfermedad. Estúdiala. Y véncela.
9. Mírate en el espejo lo primero al levantarte y di: “Cada día soy más guapo y más joven”.
10. Escucha música buena. Y ríete, ríete mucho... porque un día sin risa es un día perdido.
La opinión de los lectores:
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