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Cualidades comunes de la escultura pública y el Mobiliario urbano en el espacio colectivo de la ciudad

Natalia FERNÁNDEZ GIL

Este texto constituye una breve reflexión que parte de las conclusiones de la tesis doctoral “Cualidades comunes de la escultura pública y el mobiliario urbano en el espacio colectivo de la ciudad. Casos en Bilbao, Donostia-San Sebastián y VitoriaGasteiz”, realizada por Natalia Fernández en el Departamento de Escultura de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del País Vasco, bajo la dirección de Isusko Vivas Ziarrusta.

La búsqueda de relaciones e interconexiones entre escultura y mobiliario para la ciudad se une necesariamente a la valoración de la importancia del contexto urbano como ámbito común y esencial por todo lo que representa y contiene: medio de coexistencia, pluralidad y simultaneidad donde se gestan aspectos significativos tanto a nivel histórico como expresivo y referencial. Comprende un terreno de debate y conflicto que equipara las formas y manifestaciones arquitectónicas, artísticas o tecnológicas, y representa una puesta en común de aquello que nos define como colectivo. En este entorno se establece un diálogo entre lo específico (elementos como la escultura, el mobiliario, edificios emblemáticos,...) y lo uniforme (la trama urbanística y arquitectónica de las áreas urbanas) en una condensación de mensajes y sensaciones orientados principalmente a la comunicación y al consumo.

El binomio forma-función proporciona una serie de vínculos en los que se detecta un modo de entender el contexto y de participar en su planificación. Comprender las características de este entorno resulta necesario para que el concierto entre forma y función se articule en la conclusión de un objeto (bien artístico u orientado al uso) que aporte nuevos significados. Ya en la primera mitad del siglo XX, en el objeto producido en serie se traducen las necesidades en funciones prácticas por medio de un análisis e interpretación que concluye no sólo en un objeto útil, sino también en una manifestación ideológica que adquiere en muchas ocasiones un contenido simbólico. Por tanto, antes de iniciarse el estudio de las funciones comunicativas del objeto industrial, en éste ya se asumen significados simbólicos inherentes a su contexto sociocultural.1 Paralelamente en el objeto artístico se manifiestan influencias y objetivos que desembocan en funciones prácticas (ready mades) como un modo de lenguaje implicado socialmente a través de recursos elaborados y experimentados por la industria. La contextualización se convierte en un factor clave para la significación.

“Fanal” de Juan Luis Moraza (2001) Bilbao y PlazaOle Bull, Bergen (Noruega)

“Fanal” de Juan Luis Moraza (2001) Bilbao / PlazaOle Bull, Bergen (Noruega) Asbjorn Andresen (1993).

Principalmente desde mediados del siglo XX, los nuevos materiales y técnicas de producción establecen un intercambio de referencias y recursos entre la escultura y el mobiliario para la ciudad vinculados en muchos casos a este contexto. Los procesos artísticos en relación con la arquitectura, el medio ambiente o la vida cotidiana, encuentran en la ciudad un escenario adecuado a sus objetivos y su implicación provoca nuevas perspectivas en el urbanismo y en la construcción de nuevos lugares. La escultura pública se aleja de las funciones representativas, conmemorativas y narrativas, orientándose hacia otros contenidos y formas que provocan una transformación del monumento para la ciudad. El diseño del mobiliario urbano comienza un desarrollo que tiene presente el proyecto como parte fundamental en el proceso de fabricación, lo que produce una experimentación formal y física que genera nuevos referentes.

Desde la década de 1970 se crea escultura y mobiliario para la ciudad partiendo de un análisis del espacio público urbano y de las relaciones simbólicas y formales que se establecen, empleando diferentes recursos y cualidades que ponen de manifiesto como, tanto en la concepción, la metodología, el desarrollo técnico, la presentación o situación en el contexto, y la relación con los ciudadanos, se establecen correspondencias.

El mobiliario y la escultura para la ciudad participan de objetivos comunes como manifestar una prolongación de aspectos arquitectónicos propios de su emplazamiento, constituirse como nexo entre la arquitectura y el diseño del espacio urbano o establecer dialécticas e interrogantes entre el contexto y sus propias cualidades sociales y culturales. Los métodos se determinan a través de la multidisciplinariedad que de algún modo ponen a prueba la capacidad de apertura del trabajo de artistas, diseñadores o arquitectos. La finalidad es la adaptación del espacio a las necesidades sociales, culturales y económicas del momento a partir de sus características físicas y contextuales. Resulta esencial la definición de un proceso global que planifique revisiones puntuales ya que la transformación de las actividades, de la arquitectura o de sus habitantes pueden dar lugar a cambios sustanciales. En este sentido, y a pesar de que confluyen muchos intereses, surgen órganos asesores, programas de participación, estudios previos, jornadas de análisis y debate o trabajos experimentales.

Niort (Deux Sevres), Francia. J. Hondelatte / Overtown Pedestrian Mall (Miami)

Niort (Deux Sevres), Francia. J. Hondelatte (1992) / Overtown Pedestrian Mall (Miami) Gerald Marston (1994).

Las propuestas artísticas en algunos casos, desde su interés por analizar las inquietudes, conflictos y situaciones sociales y desde el deseo de interpretar las circunstancias colectivas, han participado de estos procesos. Para ello tratan nuevos vínculos con el medio en el que se desarrollan convirtiéndolo en un terreno de intercambio y de cooperación. La escultura para el espacio urbano se hace contextual a partir de referentes como Isamu Noguchi, Vito Acconci o Siah Armajani, interesados por aspectos como la seguridad, el mantenimiento, la integración y la participación en el debate del espacio urbano. Se procura una relación dialéctica que construye la obra y se regenera constantemente: parte del contexto —se constituye— vuelve al contexto. Obra y contexto establecen una interdependencia de modo que una parte de la otra: se complementan y transforman al mismo tiempo.

En el diseño del mobiliario las características determinadas para el uso se complementan o transforman con otras orientadas a la comunicación, a las relaciones con el contexto específico o a la creación de nuevas sensaciones y percepciones. El uso constituye una justificación para la presencia del elemento y los vínculos que establece con los usuarios. De este modo se convierte en un componente sustancial de acondicionamiento del paisaje y de las políticas urbanas.

Mobiliario y escultura para la ciudad intervienen en recuperar áreas degradadas que posibilitan una mejor comunicación incluso salvando dificultades orográficas. Asimismo participan en la construcción de espacios abiertos mediante elementos emblemáticos y significativos; en otros casos cumplen una función complementaria, es decir, subrayan aquellos aspectos con contenido simbólico y referencial presentes en el contexto; además pueden manifestar una búsqueda de nuevas referencias espaciales para enmarcar y determinar la percepción y función del espacio. También hay actuaciones en el espacio público urbano que se limitan a conjugar muy diversos elementos sin tener presentes las cualidades y especificaciones del emplazamiento.

Se pretende desde la escultura en algunos casos una narrativa reforzada desde el mobiliario con elementos que sirven de soporte y que acompañan el significado de las obras acentuando sus cualidades formales o estructurales y propiciando la percepción y relación con el ciudadano. Desde ambos campos (escultura y mobiliario) hay un afán por ordenar el espacio creando ejes y puntos referenciales que participan de la trama urbana. Las correspondencias hacia el entorno se producen por referencias al contexto, planteando distintos modos de asociación (referencias a la historia, a la actividad urbana, al paisaje,...). Asimismo hay espacios donde no se encuentran articulaciones ya que bien se producen actuaciones que se solapan con consideraciones incluso contrapuestas, o bien la ubicación de escultura y mobiliario resulta arbitraria, lo que puede dificultar la aproximación, la percepción o el uso. Además se producen traslados en función de los replanteamientos urbanísticos y arquitectónicos puntuales, sin tener presente los aspectos formales o estructurales y su diálogo con el ambiente.

“Study Garden” de Siah Armajani ( Münster / Jacob Javitz Plaza (New York) Martha Schwartz

“Study Garden” de Siah Armajani (1987) Münster / Jacob Javitz Plaza (New York) Martha Schwartz (1997).

En algunos casos el diseño urbano no potencia aspectos de pertenencia o apropiación y se esfuerza en crear composiciones visualmente atractivas que se completan con el uso. Se prioriza la innovación, la originalidad y el protagonismo de elementos que aportan imagen de actualidad, pero que no guardan relación con los modos de vivir y relacionarse en el espacio colectivo.

La creciente importancia de la movilidad paralela a la multiplicación de nuevas centralidades plantea un reto en la concepción de los espacios públicos urbanos. Estos pueden resultar recursos idóneos para garantizar la cualidad relacional del proyecto urbano si se fomentan desde sus cualidades, sus capacidades y expectativas. Igualmente pueden constituir escenarios articuladores entre el barrio y la ciudad, necesarios para la socialización, para la expresión de la diversidad y del intercambio. Se trata de establecer un “equilibrio” entre el restablecimiento de aquello que participa de la memoria colectiva y las propuestas que responden a las necesidades presentes.

1 Cfr. Bernhard E. Bürdek señala: “El funcionalismo se consideró como la superación del estilo: la creación aparentemente libre de valores se consideró significativa para la cultura de masas, e incluso como un hito social revolucionario en la historia de la arquitectura y del diseño. Una mirada retrospectiva muestra sin embargo que, entre 1920 y 1930, el funcionalismo del período de la Bauhaus no alcanzó a ser más que el símbolo de una minoría intelectual y progresista”. Después de la II Guerra Mundial, el funcionalismo se convirtió en principio de la producción en serie y pasaba por ser el símbolo del desarrollo industrial de la Europa occidental.
Bürdek, Bernhard, E. Diseño. Historia, teoría y práctica del diseño industrial, Barcelona: Ed. Gustavo Gili, S.A., 1994. p.223

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