Carnavales rurales de Álava

Carlos ORTIZ DE ZÁRATE

Lagundu

Hoy en día apenas quedan Carnavales Rurales en Álava: Zalduondo, Okariz, Santa Cruz de Campezo y Salcedo. Y los recientemente recuperados del valle de Kuartango y los pueblos de Ilarduia-Egino-Andoin (Asparrena).

Antaño, antes de la Guerra Civil, la mayoría de los pueblos alaveses gozaban de un festejo que ponía colorido y música a sus austeras vidas. No era un espectáculo para ser contemplado, sino vivido; era una fiesta en el sentido pleno de la palabra, un acontecimiento donde todos lo vivían con gran ilusión, sobre todo los jóvenes, que eran los actores principales de la misma.

Vestimenta

Personaje del Carnaval de Santa Cruz de Campezo

Personaje del Carnaval de Santa Cruz de Campezo.

En general, los jóvenes no compraban nada (excepto, en algún caso, las caretas); todos los materiales los conseguían de los desvanes, cuadras y cabañas de su propia casa. Utilizaban vestidos viejos, sacos, pieles, sobrecamas, capotes de los pastores. Los más valientes desafiaban el frío, saliendo desnudos de cintura para arriba, pintados de negro. No era extraño usar elementos vegetales para ocultar la identidad: hojas y pelo de maíz, hiedras.

En la cabeza portaban gorros de paja o de lana, pasamontañas. El rostro lo encubrían con máscaras, mantillas, medias, huesos, nabos, cintas; también con pintura negra o roja. Era fundamental que nadie les reconociese.

En las manos llevaban diversos elementos: vejigas de cerdo hinchadas (“putxikas”), palos largos, horquijas/sardas, trallas de gatos o yeguas, escobas, mimbres, hisopos de crin de yegua, porras de pastor, varas de avellano. Con ello perseguían a los niños de la localidad, los cuales podían refugiarse en el pórtico de la iglesia, lugar inviolable por los disfrazados.

Era común que portasen diversos instrumentos con los que producir un fuerte ruido: carracas, matracas, almireces, cascabeles. También emitían “irrintzis” u otros gritos.

A los jóvenes les gustaba imitar los diversos oficios de su entorno y se disfrazaban de pastor, herrero, quincallero, hojalatero, cura, barrendero.

Para evitar ser reconocidos, disimulaban su identidad con defectos físicos: cojera, chepa, barriga enorme. Algunos eran enanos o gigantes.

Para recoger la comida llevaban cestos con paja para los huevos, cazuelas, cestas, alforjas.

Personajes

Con frecuencia nos encontramos a un personaje principal: Markitos (Zalduondo), Hombre de Paja (Ilarduia-Egino-Andoin), Porretero (Salcedo), Toribio (Santa Cruz de Campezo), etc. Le acusan de todos los males acaecidos en la población a lo largo del año, ejecutándolo por ello.

También vemos a otros personajes habituales; uno de ellos es la Vieja. En algunos lugares era ella la protagonista de la fiesta a la que se le quemaba.

El Oso es bastante habitual en el Carnaval Rural de Álava. Se conserva en Kuartango y Zalduondo; antaño también salía, al menos, en el Carnaval de Ullíbarri-Arana, Ametzaga Asparrena, Araia, Aramaio, Salinas de Añana, Andoin y Fresneda.

Era costumbre que dos jóvenes hicieran de bueyes, para arrastrar un carro en el que transportaban las aulagas para el fuego de la plaza.

En diversos lugares, tres jóvenes representaban a la autoridad local. Salían disfrazados con sus peculiares capas y marchaban al final de la comitiva carnavalesca.

Carnaval de Ilarduia, Egino y Andoin

Carnaval de Ilarduia, Egino y Andoin.

Tiempo de transgresión

Carnaval ha sido el tiempo de la transgresión. Se manifestaba, por ejemplo, en el robo. Los jóvenes, además de lo que les daban las mujeres de la localidad, se apoderaban de todo lo que encontraban a su paso: gallinas, conejos, huevos, cazuelas con comida, etc. Compartir estas aventuras en las tertulias se convertía en un momento de gran deleite para ellos.

Al paso de la comitiva carnavalesca, los disfrazados podían arrojar o manchar con diversos elementos: ceniza, harina, agua... Incluso la basura fue muy utilizada en estas lides. Acudir a este festejo con un destacado y buen vestido invitaba a ser el centro de las miradas de los disfrazados —y no era precisamente para bien—.

En muchos Carnavales, las cerraduras de las casas terminaron cegadas con hormigos (dulce elaborado con miel y harina). Si esa noche helaba, los vecinos afectados no podían abrir la puerta de su casa.

Las escenas jocosas se repetían de una u otra manera. En muchos casos representaban a situaciones reales: un embarazo problemático, una relación no aceptada (un viejo casado con una joven), un defecto conocido (bebedor, usurero), un enfrentamiento entre vecinos, etc. Todos reían... menos los afectados.

Eran muy habituales las bromas juveniles (esconder un apero de labranza, etc). Todo era posible. Algunas de estas bromas han quedado inmortalizadas en el recuerdo de nuestros mayores, como cuando los jóvenes de una localidad quitaron las ruedas a un carro e introdujeron la vara por la chimenea de una casa, dejándola allí, a modo de estandarte.

Durante varios días no faltaban la comida ni la bebida. La música animaba los pasacalles y las tertulias. Se dormía poco y, normalmente, en los pajares.

El Carnaval de Agurain

Algunas localidades, por su mayor tamaño y por ser la capital administrativa de una zona, se convertían en focos de atracción para los jóvenes del entorno —al menos alguno de los días del Carnaval—. Uno de los más significativos fue Agurain. Los Carnavales de esta villa fueron los más importantes y espectaculares de La Llanada.

En estas fechas al Mozo Mayor se le tenía un gran respeto; el resto de mozos obedecía todas sus órdenes. Llevaba el bastón de mando. Los dos mozos más jóvenes hacían de alguaciles o jurados. A la hora de comer, los jóvenes tenían que servir la mesa; después, comían ellos.

Carnaval de Zalduondo

Carnaval de Zalduondo.

Como lo que les daban los vecinos no era suficiente, utilizaban todo tipo de estratagemas para hacerse con más comida. Los mozos “robaban” en sus propias casas; uno iba a su casa y entretenía a sus padres utilizando alguna disculpa, mientras tanto, los otros iban a la cuadra, al lugar señalado de antemano por el joven de la casa, y cogían todos los huevos que podían. En otra casa hacían la misma función con otros alimentos: una gallina, chorizos, queso... Si les veían, no les hacían nada, pero tampoco se lo dejaban llevar.

Tiempo atrás, este robo lo hacían los alguaciles del grupo. Sobre todo disfrutaban apropiándose de lo que las mujeres habían depositado en las ventanas norteñas, para su refrigeración.

Para poder aprovisionar sus despensas festivas también sacrificaban algún animal. En una ocasión llegaron a matar un carnero.

En la mañana del Lunes, desde muchos pueblos de los alrededores (al menos desde Ilarratza hasta Egino) acudían los jóvenes con sus propias carrozas. Había una gran variedad de disfraces e instrumentos musicales. Eran carros tirados por bueyes o caballos, adornados con ropas estrafalarias y ramajes. En él iban los jóvenes más juerguistas, representando alguna escena cómica; los demás iban por detrás de la carroza. Las carrozas se reunían en la plaza de San Juan —en su lugar asignado— y hacían un desfile por toda la Calle Mayor hasta la iglesia de Santa María. Algunos jóvenes acudían para todo el día, por lo que llevaban la comida; otros, sólo por la tarde. Algunos iban disfrazados; no era extraño que acudieran con escobas, golpeando con ellas a los presentes.

El Martes de Carnaval, por la mañana, no faltaban los jóvenes a la misa; teniendo que ayudar los alguaciles a la misma. En ese día, los jóvenes invitaban a comer al cura y al alcalde.

Por la tarde, los jóvenes se vestían de “Porreros” (antiguamente se les denominaba “Morrokos” o “Porrokos"), con pieles, trapos viejos, sacos, etc. El rostro lo cubrían con caretas o lo llevaban pintado. Otros iban desnudos de cintura para arriba, con el cuerpo y la cara pintados, “como si fuesen moros”; no se les reconocía. No faltaban algunos chicos que salían con sayas de mujer. Entre los personajes habituales no solían faltar la “Vieja”, la “Oveja”, la “Cabra”... Portaban cencerros, cencerrillas, cascabeles, carracas. Perseguían a los niños con “zumas” (mimbres con los que hacían las cestas), látigos hechos con crin de caballo o putxikas. Arrojaban ceniza, harina o salvado a los espectadores.

A los dos jóvenes más fuertes se les uncía, a modo de bueyes; para ello se les ponía el yugo sobre los hombros y, tras ellos, llevaban un carro. Sobre el carro transportaban un pellejo con vino. Donde había gente, se paraban para beber vino. En el carro colocaban una nasa, hecha con paja de centeno y zarzas peladas, y en ella iba el predicador, vestido de cura; él era el encargado de decir el sermón y pregonar lo que se haría a lo largo de la jornada. Antaño, sobre el carro llevaban al Hombre de Paja, al que se le acusaba de todos los males acaecidos en la población. A este personaje lo ejecutaban en una hoguera o con un enorme petardo.

Según cuentan, en algún tiempo salía el “Porrero” con un pellejo de vino hinchado a la espalda, sobre un saco de tela doblado, colgando de su espalda. El pellejo lo sujetaba por la parte superior, llevando la parte inferior atada al cuerpo. La cara la tenía pintada de negro y rojo. Este personaje representaba a todo lo negativo. Le perseguían y golpeaban, sobre todo por las olbeas de San Juan, aunque también llegaba hasta Santa María. Terminaba la función cuando lo expulsaban de la villa o lo metían en la cárcel (al parecer, era la versión viviente del Hombre de Paja).

La hoguera la hacían con enebros o aulagas. También hacían antorchas con estas plantas, y con ellas recorrían la villa. En la hoguera quemaban todas las plantas con las que habían adornado a los carros.

La juventud del entorno disfrutaba del baile y del ambiente festivo, permaneciendo en la villa hasta el toque de oración. En ese momento todos se tenían que quitar la máscara, en cumplimiento de las Ordenanzas de 1892.

Por Carnaval bajaban los jóvenes de los pueblos anejos a Agurain. Acudían disfrazados (sobrecamas, etc.). Los de Agurain les recibían en el Portal de Rey. Les ofrecían un pellejo de vino para que festejasen el Carnaval.

La fotografía con la que se da comienzo al artículo pertenece al Carnaval de Kuartango.

Lagundu

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