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INTRODUCCIÓN
LAMPISTA o LAMPARERO: “persona que hace o vende lámparas o cuida de ellas”. Ambas palabras derivan de LÁMPARA.
El vocablo castellano de LÁMPARA, según J. Corominas y J. A. Pascual, se deriva a su vez de la antigua palabra “lámpada” y ésta del latín, de lampas que significa “antorcha”. Y es que, efectivamente, las primeras lámparas usadas por el hombre fueron las antorchas.
En el año 4.500 a.C. los sirios iluminaban sus calles con teas encendidas.
Del 2.763 a.C. se han datado las primeras lámparas de aceite. Eran lámparas usadas en las casas señoriales de Egipto. En esas fechas la gente del pueblo seguía usando antorchas. Estas lámparas de aceite eran de vidrio o arcilla con mecha flotante. Pronto aparecieron las lámparas de pie.
También en Creta, en el 1.600 a.C., se usaron lámparas de aceite en los palacios de Cnosos, Agia Triadha y Phaistos.
Será en el siglo V a.C. cuando se popularice el uso de la lámpara de aceite en las casas.
En Roma las calles principales se iluminaban con lámparas de aceite.
Luego aparecen las lámparas de gas, y posteriormente las eléctricas.
El artesano que hoy traemos a esta tribuna se dedica a la fabricación y restauración de lámparas, apliques, candelabros, radios y relojes. Se trata del navarro Pedro Razquin Ochoa.