Argazkia
Blanka Gómez de Segura
Maestra Alfarera
2005 / 12 / 16 - 2006 / 01 / 06
Autor:  Antxon AGUIRRE SORONDO
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APUNTES DE HISTORIA DE LA ALFARERIA

Blanka, en su vocación didáctica, ha establecido un sistema de visitas a su taller de Ollerías en la que nos obsequia con una serie de datos y opiniones que no me resisto a traer.

Cada pieza producida en el torno de alfarero es única. Las piezas sigillatas de los romanos solían ser firmadas por el dueño de la fábrica o taller, firmada por el que había realizado el molde, y firmada por el que había realizado la pieza. Con ello se ve que había una colaboración entre los tres pero a la vez un bien definido campo para cada uno. Desgraciadamente nuestros alfareros tradicionales perdieron esta costumbre de firmar sus piezas pero hoy en día es necesario hacerlo.

En el País Vasco, antiguamente, la impermeabilización de las piezas de cerámica se hacía mezclando, arenas de sílice que los alfareros alaveses sacaban de la mina La Horca en el puerto de Bernedo (Álava), con plomo y estaño.
El sistema era el siguiente: se calcinaban en un pequeño horno llamado “padilla” el plomo en piedra, que traían de las minas de Linares de Jaén, con el estaño que traían de Inglaterra en lingotes. Al calentar la padilla, el plomo se fundía y el estaño quedaba encima como“una nata blanca en la superficie” que se iba echando para atrás con una paleta para ayudar a su mezcla. Terminaba todo siendo una especie de polvo amarillento llamado “calcine” que se mezclaba con la arena y se “majaba” en un bol de piedra y se llevaba al molino. Posteriormente, a la mezcla bien molida, se le echaba agua y se aplicaba sobre las piezas.

Según Blanka, la técnica del esmalte blanco usada en la cerámica popular vasca fue heredada de los árabes. Estos descubrieron que a esta mezcla de sílice y plomo, añadiéndole estaño y una vez cocido, daba un esmalte blanco opaco brillante. Esto ofrecía una base de decoración, tenían una superficie sobre la que se podía pintar. Los colores se hacían con óxidos metálicos.

Todos los alfareros de la zona, e incluso de Durango venían a moler los esmaltes al molino de los Fernández de Larrinoa en Elosu que estaba en una zona hoy cubierta por las aguas del pantano. Este molino se dedicaba solamente a este menester. Tenían piedras especiales, duras, de Francia (supongo yo serían de piedras de sílice de La Ferte).

Tras la guerra civil de 1936-1939, a causa del bloqueo económico no se contaba con el estaño de Inglaterra, por lo que como alternativa buscaron una solución: aplicar sobre las piezas un barro blanco que llamaron “engobe”, y que traían de la zona minera de Bilbao. Era una veta de caolín blanco que encontraban junto a la veta de mineral de hierro. Cuando la pieza estaba aún húmeda se le aplicaba una capa de este barro blanco por baño o inmersión y se dejaba secar. Luego se vidriaba y se cocía en monococción. Con el engobe no se obtenía un vidriado tan blanco como con el estaño, quedaba algo amarillento pero satisfacía al mercado.

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