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Entre el 4 y el 8 de noviembre de 2009 se ha celebrado la decimotercera edición del Festival Internacional de cortometrajes de Winterthur (Internationale Kurzfilmtage Winterthur). El certamen, el más importante celebrado en Suiza en el campo del cortometraje, ha dedicado en esta edición una retrospectiva al cortometraje vasco. La retrospectiva ha consistido en la exhibición de una selección de cortometrajes vascos y en la celebración de una mesa redonda. La exhibición de las películas, comisariada por Marta Álvarez y René Müller, se ha dividido en dos bloques.
El primero, más “rural” y etnográfico, contó con las siguientes obras; Eusko Ikusgayak (1924) de Manuel Inchausti, Semana Santa en Bilbao (1937, Documental del Gobierno Vasco), A través de San Sebastián (1960) de Antxon Ezeiza y Elías Querejeta, Pelotari (1964) de Fernando Larruquert y Néstor Basterretxea, Ikuska 11 (1981) de Montxo Armendáriz, Txotx (1997) de Asier Altuna y Telmo Esnal, Topeka (2002) de Asier Altuna, Hezurbeltzak (2007) de Izibene Oñederra y Pim, pam, pum (2008) de Andoni de Carlos Yarza y Asier Urbieta. El segundo, más “urbano” y experimental, quedó estructurado así; Objetivo 40º (1970) de Javier Aguirre, Masaje (1972) de Iván Zulueta, Las seis en punta (1987) de Julio Medem, Mama (1988) de Pablo Berger, Mirindas asesinas (1990) de Álex de la Iglesia, La guerra (2005) de Luis Berdejo y Jorge Dorado, Cirugía (2006) de Alberto González, 7:35 de la mañana (2003) de Nacho Vigalondo, Midori (2006) de Koldo Almandoz, El relevo (2006) de David González y Viaje por países pequeños (video-clip para el grupo La buena vida) (2008) de Borja Cobeaga.
La sede principal del certamen, el Casinotheater situado en la Stadthausstrasse
de Winterthur.
Foto: Carlos Roldán Larreta.
En principio hay que alabar la labor de investigación realizada por Marta Álvarez que lleva más de un año trabajando en torno al fenómeno del cortometraje en el estado español. La pujanza del cine vasco en este terreno le llevó posteriormente a centrarse más detenidamente en el corto vasco para hacerse cargo de esta retrospectiva. Para la elaboración del programa fue fundamental su estancia en Donostia donde pudo visionar películas en la Filmoteca Vasca y recopilar bibliografía y documentación. Con René Müller, coordinador del programa paralelo del festival, elaboró la sección “Fokus Baskenland. Kreatura Hazi Zaigu”. Tras la estancia en tierras vascas Marta y René lucharon duro para realizar una selección del material obtenido en San Sebastián. Y este material dividido en dos bloques diferenciados –en uno prima la estética típica vasca y en el otro una imagen vasca más neutra– se configura como una auténtica historia del cine vasco a partir de sus cortos.
Cronológicamente hablando el espectador suizo ha conocido parte de los primeros documentales etnográficos vascos, los Eusko Ikusgayak de Manuel Inchausti. Acto seguido se ha podido ver en Winterthur una interesante muestra de cine de propaganda del Gobierno Vasco durante la Guerra Civil, Semana Santa en Bilbao. Tras dejar atrás la travesía por el desierto que supuso el erial de la posguerra el programa retoma la actividad cinematográfica vasca de inicios de los sesenta, cuando cineastas como Antxon Ezeiza y Elías Querejeta –A través de San Sebastián– o Fernando Larruquert y Néstor Basterretxea –Pelotari– se abren paso superando los escollos de la censura para intentar realizar cine desde Euskal Herria. Ezeiza y Querejeta acabarían emigrando a Madrid para formar parte del nuevo cine español con otros cineastas vascos como Erice, Olea o Mercero mientras Larruquert y Basterretxea apostarían por rodar desde el país, desafiando al fascismo y colocando las bases del cine vasco contemporáneo con la realización de Ama Lur. Los años setenta, fecundos en cine de militancia política y en cine de carácter experimental, están representados por la obra vanguardista de Javier Aguirre –Objetivo 40º– e Iván Zulueta –Masaje–. Estas películas son producto de una época muy determinada en la que con frecuencia las corrientes artísticas influyen poderosamente en el séptimo arte. Aguirre y Zulueta son dos ejemplos de esta fusión arte–cine, al igual que otros directores que en esos años integraron pintura y cine como Ruiz Balerdi o Sistiaga. Los ochenta se abren al público con un corto de la gran serie Ikuska, el dedicado a la Ribera de Navarra realizado por Montxo Armendariz. Sumamente interesante es también la representación de ese cine de corto metraje, realizado en la segunda mitad de los ochenta, que anunciaba el huracán de talento que iba a barrerlo todo durante los noventa. Me refiero a los cortos –verdaderas obras de culto desde su estreno– Las seis en punta de Julio Medem, Mama de Pablo Berger y Mirindas asesinas de Alex de la Iglesia. Después llegaron largos como Todo por la pasta, Alas de mariposa, Vacas o Acción mutante y todo cambió para siempre. Por último y como no podía ser de otra manera hay un lugar destacado en la retrospectiva para Kimuak, una brillante iniciativa del Gobierno Vasco iniciada en 1998 que ha logrado potenciar el cortometraje vasco y darlo a conocer en todo el mundo. Kimuak cobró vida gracias al impulso de Amaia Rodríguez, se asentó con solidez con la intervención de Donostia Kultura y José Luis Rebordinos y ha conocido un auge sin precedentes a partir de 2001 con la llegada de Txema Muñoz, otra de las figuras claves de esta aventura. El propio Muñoz destacaba en una entrevista de 2007 que Kimuak se había convertido en el programa de cortos más exitoso del mundo. En el momento de conceder la entrevista los cortos de Kimuak habían ganado cerca de 800 premios y habían logrado dos nominaciones a los Oscars. Imposible hacer justicia a la hora de seleccionar un número de cortos de Kimuak para una exhibición, tal es la cantidad y calidad de los trabajos. El Festival de Winterthur ha programado películas tan interesantes como Txotx, Topeka, Hezurbeltzak, La guerra, Cirugía, 7:35 de la mañana –primer corto de Kimuak que logra la nominación al Oscar al Mejor Cortometraje–, Midori y El relevo. Y, finalmente, para demostrar que hay vida en el corto vasco más allá de Kimuak, pudo verse también Pim, pam, pum, un gran corto que no fue al final seleccionado por Kimuak y el videoclip de Borja Cobeaga Viaje por países pequeños para el grupo musical “La buena vida”.
La mesa redonda celebrada el 7 de nombre en el Hotel Krone se presentaba en el programa del festival con el siguiente enunciado; “Panel Basque Country; Basque shorts-a success story?”. El festival invitó a los siguientes cineastas vascos para debatir sobre el panorama cinematográfico en Euskal Herria: Koldo Almandoz, director de cine; Asier Altuna, director de cine; Txema Muñoz, responsable del programa Kimuak; Carlos Roldán Larreta, escritor e historiador y Koldo Zuazua, productor. El debate tocó diversos temas de interés. La abundancia de películas “negras” presentes en la muestra –en los cortos vascos contemporáneos es constante un tono sórdido y una atmósfera de radical violencia- impresionó al público. ¿Se trata de una característica propia del cortometraje vasco? ¿Se debe más bien a un capricho de los programadores que eligieron concretamente cortos de un tono determinado? Se habló del concepto de cine vasco. No se discutieron las características de un hipotético cine vasco. Me temo que los cineastas se hubiesen negado a discutir el espinoso tema porque el debate ha causado tal hastío que genera ya un auténtico rechazo. Pero sí se explicó a la audiencia la historia de esta polémica ya que su importancia en el devenir del cine vasco ha sido fundamental. Otro tema que se planteó sobre la mesa fue la ausencia de películas de corto metraje centradas en el conflicto político vasco. Han sido numerosas las películas de largo metraje que se han adentrado en esta temática. Sin embargo, la mirada de los cortometrajistas ha evitado, salvo contadas excepciones, enfangarse en retratar la convulsa realidad política vasca. Otro gran protagonista de la mesa redonda fue sin duda el programa Kimuak. Los cinéfilos suizos pudieron satisfacer su curiosidad sobre este interesante proyecto que ha colocado al cortometraje vasco en primera línea internacional.
Calle de Winterthur engalanada con un cartel anunciador del festival.
Foto: Carlos Roldán Larreta.
En todo caso para mí, que tuve la suerte de participar en este festival como invitado, lo que más me llamó la atención en esos días fueron las reacciones del público suizo ante la propuesta del séptimo arte vasco; Hablo de las respuestas a ese punto de vista etnográfico de los Eusko Ikusgaiak, a los experimentos de Javier Aguirre y de Ivan Zulueta, a esa mirada de Larruquert y Basterretxea hacia un País Vasco mítico o a la violencia, casi de cómic, de muchos de los cortos contemporáneos. Apuestas muy concretas que hicieron mella en una cultura distinta porque una obra dotada de talento es universal. En eso pensé precisamente volviendo al hogar, con los Alpes suizos emergiendo de un mar de nubes y recordando mi último día en Zurich, vagabundeando por la ciudad y entrando por pura casualidad en una iglesia para quedarme absorto ante unas vidrieras de Chagall. Un judío clavado en un madero sobrevolando los cielos como esos judíos enamorados de sus mujeres sobrevuelan el “shtétl” en los cuadros de este genial pintor. Esa estética surrealista y caótica tan distinta a la estampa típica de Zurich –una ciudad pulcra, lujosa y coqueta– ha cuajado de tal manera allí que se ha convertido sin lugar a dudas en una de sus señas de identidad. Y estoy seguro de que, igualmente, todavía hay gente en Winterthur fascinada con el programa Fokus Basquenland. Y las imágenes de Midori, Pelotari, Topeka o Mirindas asesinas, tan ajenas a la vida cultural suiza, seguirán sobrevolando en las mentes de muchos cinéfilos. Consecuencia lógica de un trabajo realizado con esmero y calidad. Ese es el mérito de los cineastas vascos de ayer y de hoy.
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