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Susana IRIGARAY SOTO, Museo Etnológico de Navarra Julio Caro Baroja
José Miguel de Barandiarán y Ayerbe nació en el caserío Perunezarra, en el barrio Murkondo de San Gregorio de Ataun (Gipuzkoa), el 31 de diciembre de 1889. Destacado estudiante desde su infancia, fue encaminado a los estudios eclesiásticos y ordenado sacerdote en 1914, en Vitoria. En 1916 se incorporó al Seminario Conciliar de dicha ciudad como profesor de Ciencias y prefecto de disciplina, donde permaneció hasta 1936.
Desde muy temprano, se interesó por la investigación de la cultura del pueblo vasco, siendo uno de sus primeros hitos el descubrimiento en 1916 de varios dólmenes en el Aralar guipuzcoano. El nombre de Barandiarán estuvo ligado durante casi veinte años a los de Enrique de Eguren y Telesforo de Aranzadi en el campo de la investigación arqueológica y antropológica de todo el territorio, siempre en contacto con los grandes especialistas europeos de su época, como el abate Henri Breuil. Este equipo desarrolló hasta la guerra civil española un trabajo exhaustivo de prospección, excavación y publicación de varios yacimientos considerados ya clásicos en la historiografía del siglo XX: Santimamiñe, Lumentxa, Bolinkoba y la mayoría de las estaciones dolménicas del País Vasco. Desgraciadamente, la guerra civil supuso la dispersión de este equipo y la interrupción de sus trabajos.
Comenzó entonces un exilio de diecisiete años, de los cuales trece los pasó en la localidad de Sara, que se convirtió junto con su pueblo natal de Ataun en las dos referencias geográficas y afectivas de su trayectoria vital.
Antes de su forzada salida de España, Barandiarán fundó varias instituciones dedicadas a sus temas de investigación, que sobrevivirían a los avatares políticos del momento: el seminario de Prehistoria Ikuska, dentro de la Sociedad de Estudios Vascos, la revista Anuario de Eusko-Folklore y la Sociedad de Eusko-Folklore, que creó junto a Manuel de Lekuona y otras personalidades. Todas ellas aparecieron en el fructífero año de 1921.
El regreso a su tierra se produjo en 1953, llamado por el Rector de la Universidad de Salamanca, Antonio Tovar, que le propuso inaugurar el ciclo de la Cátedra “Manuel de Larramendi” de lengua vasca. Rápidamente, Barandiarán retomó los trabajos interrumpidos durante la guerra y se rodeó de un nuevo grupo de jóvenes especialistas. Fue el momento del estudio de los grandes conjuntos de arte rupestre de Ekain y Altxerri, de los conjuntos dolménicos de la Rioja alavesa y la excavación de cuevas y abrigos.
En 1962, bajo inspiración y presidencia suya, se fundó el Instituto de Investigaciones Arqueológicas Aranzadi, que reunió a todos los especialistas en el ámbito de la Prehistoria vasca, formados todos en los métodos de excavación e interpretación de las evidencias de don José Miguel.
En 1963 la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra creó una Cátedra de Lengua y Cultura Vascas y el Decano, Antonio Fontán, llamó a Barandiarán para impartir la asignatura de “Etnología del pueblo vasco”. El objetivo que se planteó el maestro no fue sólo la difusión de sus conocimientos sobre el tema, sino también formar nuevos investigadores. La Cátedra se mantuvo durante quince cursos académicos y fue indudablemente el germen de una nueva generación de estudiosos de la Etnología Vasca.
A lo largo de los siguientes años se fueron conformando los diferentes grupos Etniker, dedicados en cada provincia de Euskalherria a la investigación de campo a través de la aplicación del cuestionario etnográfico general terminado por Barandiarán en 1975 y que comprende 800 temas de investigación. Estos trabajos continúan en la actualidad con la publicación de los diferentes volúmenes del Atlas Etnográfico de Vasconia.
La vasta producción bibliográfica de José Miguel de Barandiarán está recogida por la editorial La Gran Enciclopedia Vasca en la publicación de sus obras completas (22 volúmenes) entre 1972-1984.
Presidente de Eusko Ikaskuntza-Sociedad de Estudios Vascos entre 1978 a 1991, en el año 1988 se creó la Fundación Barandiarán por iniciativa de la Sociedad, con el fin de salvaguardar y dar a conocer su obra.
A lo largo de su dilatada trayectoria vital, José Miguel de Barandiarán recibió múltiples reconocimientos al conjunto de su obra: Doctor Honoris Causa por la Universidad Complutense de Madrid (1987); Medalla de Honor de Euskaltzaindia-Real Academia de la Lengua Vasca (1989); Medalla de Oro de Bellas Artes (1989); Medalla de Oro de Navarra (1989); y Gran Cruz de la Orden de Carlos III (1991), entre otros muchos galardones. Falleció en 1991.
Definido por uno de sus discípulos, don José Mª Satrústegui, como “un hombre práctico, sin concesiones a la galería” en el campo científico, se puede decir que la labor de Barandiarán tanto en Arqueología como en Etnología fue recopiladora y analítica. En su obra hay poca especulación, siempre se remite a las pruebas encontradas en sus trabajos sobre el terreno. De hecho, él mismo comentaba que fue el deseo de llenar el vacío interpretativo de los modos de vida que detectaba en el método arqueológico, lo que le llevó a iniciar sus investigaciones en Etnografía. Pero mientras que la Arqueología a principios del siglo XX estaba muy asentada como disciplina científica y disponía de una metodología propia contrastada, no ocurría lo mismo con la Etnología, cuyos estudios tenían un corte de folklorismo que carecía de base argumental. Indudablemente, Barandiarán contribuyó en buena medida con su riguroso método de recopilación de trabajo de campo y su capacidad de sistematizar los resultados, a cambiar la situación de la disciplina etnológica en nuestro país.
José Miguel de Barandiarán es considerado todavía hoy como el “Patriarca de la Cultura Vasca”. Dejando aparte la altisonancia de este título, nadie puede negar que Barandiarán fue un maestro, en el sentido más cabal del término. Tuvo, y así lo refrendan las personas que le conocieron, todas las cualidades que deben adornar al buen maestro: curiosidad, rigor, honestidad, integridad y entrega a los demás. Fue capaz no sólo de trabajar en múltiples aspectos de la cultura de su pueblo y abrir nuevos caminos de investigación, sino también supo hacer algo que es más importante: enseñar a otros la manera de andar esos caminos.
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