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Andoni SÁENZ DE BURUAGA, Universidad del País Vasco y Asociación Vasco-Saharaui de la Evolución Cultural
Desde hace 6 años trabajamos científicamente en el registro, la recuperación y el análisis de la cultura de una región del Sahara Occidental que se llama Tiris, en el extremo más suroriental del territorio, junto a la frontera con Mauritania. El espacio forma parte de los “territorios liberados” que gestiona la República Árabe Saharaui Democrática (R.A.S.D.) y se encuentra situado en torno a um millar de km. al SW de los Campamentos de Refugiados Saharauis de Tindouf (Argelia).
A decir verdad, no nos remitimos a estudiar solamente el Tiris, sino que, más bien, nos apoyamos en ese contexto para examinar a la sociedad saharaui y a los grupos humanos del Oeste del Sahara desde su pasado hasta la actualidad.
Nuestro objetivo es conocer, reconstruir la historia del Pueblo saharaui, y, junto a ello, poder aproximarnos, a la vez, a la comprensión del comportamiento humano en el pasado, a determinar su proceso de evolución y sus pautas de transformación.
El último proceso de aridificación del Sahara, desde hace 5.000 años, incluye una primera mitad con diversas alternancias climáticas secas y húmedas, y una segunda parte de marcada crisis árida.
Nos preguntamos, pues, acerca de la significación de ese pasado y, en consecuencia, buscamos respuestas: haciéndolo desde diferentes sujetos de análisis. De hecho, son varios los campos de investigación pluridisciplinar en los que venimos trabajando: la Arqueología (o la cultura material de la humanidad y sus expresiones ideológicas); la Climatología (o la determinación de las circunstancias medioambientales necesarias para comprender los variados mecanismos, aptitudes y gestos humanos del pasado); la Toponimia (o un vehículo de rastreo de los procesos de evolución socio-lingüística); la Paleoetnología ( o la aproximación a las sociedades del pasado desde el contacto directo con los actuales grupos humanos “no-modernos”); la Cartografía (o el diseño del territorio, del potencial de recursos y de sus variables biogeográficas); etc.
El presente texto es fruto de la puesta en práctica de una vía de análisis dentro de la investigación paleoetnológica. Se trata de una experiencia de convivencia que he realizado recientemente con algunas familias beduinas por las tierras libres del Tiris. En ella, uno de los aspectos que ha atraído mi atención ha sido el “sentir” la incidencia de la “modernidad” en la vida de los pastores nómadas. De ahí, que dos sean los temas que, de forma interrelacionada, se proponen para reflexión: 1) la significación del modo de vida pastoril en la configuración histórica del Pueblo saharaui; y, 2) el impacto socio-cultural de la globalización en un colectivo “no-moderno”, como el de los tradicionales beduinos nómadas, y, paralelamente, su trascendencia en el progreso intelectual de nuestra propia sociedad “moderna”.
Multitud de abrigos rupestres y covachas conservan aún la coexistencia de representaciones de animales salvajes y domésticos característicos del repertorio iconográfico del arte prehistórico del Sahara.
Son, al menos cinco los sujetos esenciales que deben contemplarse en la formulación del concepto histórico de Pueblo saharaui:
1) La lengua: el “hassanía”, una variante dialectal del árabe radicada en el Oeste del Sahara de la que participan el Sahara Occidental, Mauritania, el N de Malí, el SW de Argelia y el S de Marruecos.
2) El espacio: radicado en el Sahara Occidental y flexiblemente extensivo a las rutas de nomadismo y de comercio por el Oeste del Gran Desierto.
3) La antropología física: el colectivo humano saharaui supone una fracción o parte del pueblo moro o “mauri”, una mezcla de beréberes, árabes y melanoafricanos, limitada al Sahara Occidental tras la partición colonial por Francia y España de la “Trab el-Bidán” —el marco cultural de expansión territorial de la lengua “hassanía”— y su disgregación en los cinco estados ubicados en el Occidente sahariano.
4) La cultura material: el bagaje generalizado de producciones instrumentales, funcionales e intelectuales fruto de la tradición, de la adaptación al medio, de sus expresiones y formas de vida y de las influencias y transformaciones vinculadas a los avatares de la historia.
5) Los modos de vida y de subsistencia socio-económica: la “cultura nómada”, una parte significativa y especializada de la cultura pastoril, centrada, de forma básica, en la cría del ganado, fundamentalmente, de camellos y, de forma más complementaria, de ovicaprinos.
Los últimos milenios del Oeste sahariano han venido singularizados, en las formas socio-económicas, por especializados pastores trashumantes de camellos, cabras y ovejas.
En función del impacto del clima y de sus alternancias cíclicas, más o menos contrapuestas, entre crisis áridas y episodios templados y más húmedos, la cubierta vegetal ha reflejado importantes fluctuaciones o tramos de gradación del piso vegetativo: pasando, evolutivamente, de la sabana (arbustiva o de gramíneas) a la estepa subdesértica, para continuar con el semi-desierto tropical o el desierto templado, y concluir, durante las fases más agudas, con el desierto tropical extremo.
Los últimos 5.000 años de la historia climática del Oeste del Sahara muestran una interesante dinámica de transformaciones en la que se intercalan diferentes tramos templados y húmedos con otros más cálidos y secos, todos ellos de desigual amplitud e intensidad. Así, desde una óptica global, puede señalarse:
1) Una fase de alternancias entre episodios áridos y húmedos: entre ca. 5.200-3.200 B.P.
2) Una aceleración del proceso de aridez: con una marcada crisis árida a partir de 3.200 B.P. y cuyo tramo más extremo se extendería entre ca. 3.200-2.600 B.P., erigiéndose, en realidad, en la antesala o el anuncio del inmediato episodio “árido reciente o actual” en que nos encontramos.
3) Un episodio de inestabilidad: en el que las condiciones climáticas tienden a dulcificarse, con un mayor aporte de la humedad, entre ca. 2.600-2.200 B.P. Y, finalmente;
4) Una nueva aceleración de la aridez a partir de 2.200 B.P.: tramo que alcanzará su grado máximo hacia 1.900 B.P. y que continua, con muy ligeros picos, casi de forma inalterable hasta nuestros días.
En torno a la figura del dromedario ha girado buena parte de la vida de los grupos tribales nómadas saharianos.
En función de los datos climáticos disponibles y de las informaciones que se desprenden de las manifestaciones arqueológicas coetáneas podemos sugerir, en términos generales, que hasta hace unos 3.000 años las gentes del Oeste sahariano debieron ser, fundamentalmente, y en buena parte, pastores de bovinos de sabanas y de estepas subdesérticas, para pasar a convertirse, desde ese momento hasta el presente, en pastores de ovicaprinos y, al final, de camélidos, de régimen desértico.
El régimen pastoril o ganadero, supone, pues, la forma de subsistencia socio-económica, esencial y característica de esos cinco últimos miles de años de la historia de los pueblos del Occidente del Sahara. Unos pastores que, con la instalación del “árido actual”, y a lo largo de estos tres últimos milenios, han hecho del dromedario su sustento esencial y básico: pues, además de “capital” y reserva alimenticia de carne, leche y sus derivados, aportaba una ingente materia prima con sus pieles y tendones, y procuraba asimismo un medio de desplazamiento seguro y eficaz por los complicados relieves desérticos.
Pero, además de ser pastores, estos grupos, lógicamente, cazaban diversas especies de fauna salvaje y recolectaban variados productos vegetales (tubérculos, raíces, bayas, hongos, gramíneas,...), cultivando, eventualmente, la cebada en algunas “graras” litorales o en espacios interiores más propicios por su retención de humedad.
Las encuestas a la población beduina suponen un instrumento conveniente y oportuno de recuperación del patrimonio histórico y social a través de la memoria y el recuerdo oral de los entrevistados.
Por su parte, en el litoral, las gentes asimismo explotaban el banco pesquero y practicaban la recolección de conchas y moluscos.
El clima ha constituido el motor de desarrollo básico de los grupos sociales del pasado sahariano. La práctica del nomadismo determinó la simplicidad de su utillaje, su ligereza para el transporte, y la adaptación y funcionalidad para la explotación de recursos. Las frágiles cerámicas fueron suplantadas por recipientes de madera, cuero, piel y cestería; y, además de elaborar molinos circulares de mano, hacían acopio de otros elementos de molienda más alargados, o de aspecto amigdaloide, y de sus moletas de complemento que, desde épocas prehistóricas, encontraban diseminados por las amplias y desnudas planicies a su paso.
Con todo, podemos convenir que la cultura del Pueblo saharaui es, por tradición, una cultura de pastores que sumerge sus antecedentes atávicos en formas pastoriles heredadas de antiguas épocas prehistóricas. Los modos de vida y los elementos de la cultura material —sus expresiones y los mecanismos de transmisión de la “pastoralidad”—, se erigen, por consiguiente, en manifestaciones vivas de las “identidades sociales”.
Foto cabecero: Jaima de beduinos en las tierras del Tiris Ard-al-Karakishi, en el extremo más suroriental del Sahara Occidental
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