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M. Carmen BASTERRETXEA
La constancia de que, en el País Vasco, había aumentado significativamente el número de personas que recurrían a diversas prácticas esotéricas, brujos, videntes, echadoras de cartas, etc., como medio para resolver sus crisis individuales y las colectivas, me condujo a preguntarme por el por qué de dicho fenómeno.
En la revisión a las teorías de los diferentes autores Giobellina señala que el objeto de estudio de la brujería, en las investigaciones realizadas, estaba mal planteado porque deriva de otro objeto más amplio aunque no dice cuál es. Este objeto amplio es la relación entre el Estado e Iglesia y en concreto el poder hegemónico.
En el País Vasco el cuestionamiento hacia el Estado e Iglesia a consecuencia de la concienciación política y social, es la que provoca o impulsa al propio Estado e Iglesia a realizar un cambio institucionalizado. Por lo que el Estado se constituye en democrático con una Constitución de 1978 y se convierte en aconfesional y crea la Ley Orgánica de Libertad Religiosa en 1980, contexto necesario que facilita la integración social y económica de la brujería y su resurgir.
Tanto Gramsci como Williams en sus conceptos de hegemonía nos dicen que hay un elemento que procede del pasado, y que es fundamental para la clase dominante e Iglesia insertar ese elemento en la sociedad actual, pero no explican lo que es. Ese elemento fundamental es la base por la cual pueden la clase dominante e Iglesia construir su filosofía ético-moral y económica, su visión de la realidad. Esta base es el alma, la dualidad del bien y del mal, la creencia en el “más allá”.
La clase dominante e iglesia, al ser cuestionados pierden la credibilidad, por lo que necesitan otra forma o instrumento a través del cual se inserte ese elemento del pasado. El instrumento es la brujería.
En los momentos que se expande la brujería es debido a que la Iglesia y la clase dominante están en crisis y se cuestiona la naturaleza de lo sagrado; necesitan de la brujería para asentar su hegemonía por no tener estrategias y alternativas políticas para solucionar la crisis social, económica y su continuidad.
Este objetivo se logra a través de los medios de comunicación que el poder hegemónico y clase dirigente tienen a su alcance, elaborando programas, aparentemente, de ocio, los cuales expanden durante años toda la difusión del “más allá” establecido en ese mal de brujería y brujo que elaboró e inventó la Iglesia en su día; por una parte causando el terror individual con los poderes ocultos: almas errantes, fantasmas, exorcismos, posesiones diabólicas, y por otra ofreciendo de forma sutil la divulgación de las artes de adivinación, etc.
Así los diferentes sujetos buscan sus soluciones individuales en el contacto con el “más allá”, a causa de la inestabilidad y crisis provocadas por el proceso de cambio social en todas las dimensiones sociales y en el sistema productivo cuyo resultado para muchos sectores es: paro, despido, jubilaciones anticipadas, pobreza, y precariedad.
Foto: Ghostboy
El cambio que se produce en el sistema de valores para el sujeto supone que todos los referentes y parámetros adquiridos en su socialización no son validos en la sociedad actual, y el sistema resuelve dicha situación a través del denominado “reciclaje personal” donde la solución a las diversas dificultades sociales, económicas, y personales recae en el sujeto, reforzando el individualismo. Dependiendo de su situación personal recurre a las artes de adivinación en busca de soluciones a sus dificultades de la vida cotidiana. El sujeto se aliena olvidándose de donde surgen las dificultades reales y el por qué.
En relación con la participación en el universo de la brujería, según el género, se observan diferencias.
La participación del varón en las artes de adivinación cada día va en aumento; muchos de ellos buscan soluciones a sus dificultades de la vida cotidiana.
La figura femenina muestra que a través de las artes de adivinación estructuran la amistad y el entorno social.
La transmisión de las creencias animistas se da a través de los legados culturales, cuya transmisión corresponde a la figura femenina y por ello se la muestra con una implicación mayor a la del varón con el universo mágico, que son: mitos, cuentos, oraciones antes de acostarse, lengua, religión, creencias mágicas o brujería, nacimiento, muerte, y se presenta, en ellas, la existencia del alma, espíritu y su dualidad, en los cuales los sentimientos y percepciones son instrumentos de la transmisión, y el varón acepta este legado recibido por transmisión cultural.
Una parte de esta transmisión se establece en el hecho empírico de la muerte del ser humano. Cuando la persona muere comienza lentamente el enfriamiento del cuerpo, la percepción es como si algo fuese saliendo de su cuerpo y en unas horas el cuerpo está frío, rígido, vacío de vida, por lo que su ser no está en su cuerpo. El proceso de enfriamiento del cuerpo que percibe el hechicero lo interpreta como que es la salida del alma. En este proceso surge el concepto de alma y es universal.
El alma cuando sale del cuerpo la percepción es que va al aire, por lo que adquiere las mismas características que el aire: vaporoso, etéreo, como si volase, donde se realiza un símil alma /aire, que es lo que el hechicero ha estado observando, pero que no podía interpretar más que simbólicamente.
Cuando el ser humano no tiene sobre los acontecimientos y sucesos una interpretación lógica y racional, lo interpreta simbólicamente.
Este proceso abre el marco de la arracionalidad, ya que dicho universo del “más allá” no es ni racional ni irracional sino arracional.
La brujería, a través de los diferentes contextos históricos, se muestra que es una religión que no fue institucionalizada y que llega a nuestros días como creencia pagana, por lo que su definición de origen es hechicería y su figura hechicero o hechicera; persona que conecta con los espíritus, adivina el futuro, purifica los males: enfermedades, sanación, ritual de protección, etc., su actuación es en beneficio de la comunidad.
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