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Los Baños de Aretxabaleta: La Casa de Baños de Ibarra o los Baños Viejos

Aitor ANTXIA LETURIA

En Aretxabaleta existieron durante el siglo XIX dos centros minero-medicinales de relevancia, que fueron conocidos con el nombre de Baños de Ibarra o Baños Viejos, para diferenciarlos de los Baños de Otalora que se construyeron en el casco urbano.

La primera referencia escrita es la del hidrólogo Gómez de Bedoya, que data de un trabajo publicado en 1764. El doctor Rubio, por su parte, realizó una investigación completa de los manantiales minero-medicinales de este valle, y hacía referencia a otros, tales como Heredad, Landeta, Esteibar, Bedoña, Aranzazarri, Ametzaga, Bolibar e Intxaurbekoa.

Hoy en día todavía mana el agua de la fuente de Ibarra, apreciándose su olor a sulfhídrico y pudiéndose observar la “tela” blanquecina tan característica que se forma allí.

El balneario abrió sus puertas en mayo de 1843, en la antigua carretera de Madrid a Francia, entre los pueblos de Eskoriatza y Aretxabaleta, a la derecha del camino; la función del gran portón que mostraba la entrada a una de las casas de baños minerales de más renombre de España era precisamente atraer la atención del viajero. Su propietario era el señor Ricardo Tejada y el primer médico fue el doctor Breñosa.

El Balneario contaba con dos edificios: el primero lo formaba la hospedería y el segundo la zona de baños. Ambos estaban comunicados por una galería acristalada.

Fotografía: Archivo Municipal de Aretxabaleta

La zona de baños

El Balneario tenía forma elíptica y contaba en su centro con un recinto de 120 pies de largo y 18 pies de ancho. De esta sala se podía pasar a ocho gabinetes y éstos, a su vez, comunicaban con 16 cuartos individuales para el baño. En cada uno de ellos había una bañera de gran tamaño, hecha de mármol bruñido. También contaban con baños de zinc para, en caso de necesidad, llevarlos a los cuartos de los pacientes. En un extremo de la estancia se encontraba el depósito principal; utilizando dos bombas simultáneamente se transportaba el agua a dos recipientes. En dichos recipientes se calentaba el agua mediante dos calderas y desde allí, por medio de tubos de bronce, se llenaban las bañeras. En otro gabinete se respiraban los gases producidos por el agua caliente, es decir, se tomaban baños de vapor. Éstos eran para afecciones de boca y garganta. Por otro lado, se trajeron pulverizadores de París, adquiridos en las mejores fábricas.

La hospedería

La hospedería tenía 160 pies de longitud y contaba con cuatro plantas; en total poseía 88 habitaciones. En la planta principal se encontraba el salón y allí se reunían los clientes durante la noche. Era una estancia muy elegante y contaba con piano y mesas de juego. Además de la hospedería, los clientes se alojaban también en diferentes casas y fondas de los alrededores; en la época más próspera llegó a contar con 300-350 bañistas.

El establecimiento fue premiado con la medalla de plata en la Exposición Universal de Barcelona en el año 1888. Anteriormente había sido merecedor de dos menciones: la primera en París, en 1878, y más tarde en 1883, en la Exposición Minera realizada en Madrid durante el reinado de Alfonso XII.

Análisis de las aguas y terapéutica

Según el anuario de 1890, eran las aguas más nitrogenadas de España y las más sulfhídricas del País Vasco.

Los efectos fisiológicos de estas aguas se podrían resumir en la mejora de la circulación sanguínea, del apetito y la transpiración. La mayoría de los enfermos que llegaban a Aretxabaleta sufrían de erupciones-afecciones de la piel, consiguiéndose un gran índice de curación. Más concretamente: eczemas, herpes, sarna, psoriasis, sifílides, etc.

Con estas aguas también se trataban los catarros pulmonares o bronquíticos, la faringitis y la laringitis. En este cuadro comparativo se muestra la proporción de tratamientos:

Enfermedades de la piel 90%
Catarros, afecciones de bronquios y de laringe 5%
Desórdenes del periodo 2%
Afecciones reumáticas 1%
Diátesis escrofulosa 1%
Otras afecciones 1%

Las aguas se utilizaban en los baños, aparatos, inhalaciones naturales, inhalaciones de vapor y duchas.

Las sesiones de baños solían ser de “siete” o de “nueve”.

En cuanto al origen de los bañistas, se puede decir que la mayoría provenían de Madrid, e incluso que convivían en un ambiente de camaradería, por lo que a Aretxabaleta se le conocía como “Madrid Chiquito” y al barrio donde se encontraba el Balneario como “Puerta del Sol” (hoy en día seguimos utilizando dicho nombre). Hay ancianos que recuerdan todavía cómo en verano había muchas familias que vaciaban su mejores habitaciones para los “madrileños”, trasladándose a vivir al desván.

Aunque el Balneario se encontrara en buen estado, al cabo de los años comenzó su decadencia. Aunque en 1925 todavía continuaba abierto, se podía apreciar su deterioro. En la última contienda civil las tropas militares de los dos bandos se alojaron en el Balneario y, por lo visto, en este período desaparecieron muchos objetos. Se cerró definitivamente en 1936. Hoy en día no queda más que una pequeña fuente.

Fotograf?a: Archivo Municipal de Aretxabaleta

El Balneario “Jardín de Otalora”

Se abrió como Balneario en 1866, aprovechando el agua encontrada en el palacio Otalora. El edificio tenía dos partes: la primera, por debajo del nivel del manantial, se utilizaba para los baños y sus accesorios, y la segunda, la de arriba, contenía las estatuas y todas las demás estancias. Como esta última se encontraba a la altura del jardín, tenía fácil entrada desde la carretera así como desde la calle principal. El hotel era un edificio del siglo XVIII.

La toma de agua se realizó desde un caño situado en una gran estancia de 22,72 metros de largo y 6 metros de ancho. Dicho recinto estaba decorado con gran elegancia y, además de servir como espacio de ocio, también se utilizaba como paso hacia las cabinas de baño. En estas habitaciones había once bañeras de mármol bruñido y tenían paredes estucadas. En este lado del edificio se encontraban también: los depósitos de agua fría y caliente, de 24 metros cúbicos de capacidad, y una caldera que, por medio de un serpentín, producía vapor de agua en el mismo depósito; el agua se transportaba a las bañeras por medio de tuberías de madera.

Composición de las aguas

Las aguas de Otalora se clasificaron como salinas y sulfurosas; otros autores las consideraron como sulfhídrico-salinas. Debido a su rica composición, consiguieron la medalla de oro en la Exposición Universal de Barcelona de 1888. Entraron en la categoría de cloradas, dentro del género de cloradas-sódicas-sulfurosas.

Terapéutica

Según la composición, se utilizaban para tratar las siguientes enfermedades: las diátesis escrofulosa, reumática, herpética, y la sífilis; las capacidades terapéuticas eran destacables en las afecciones de la piel y de las mucosas, así como en los herpes, la psoriasis, la sarna, el acné, los pruritos... En las afecciones gastrointestinales, sobre todo en la atonía del aparato digestivo, se apreciaban mejorías. Se utilizaba también en casos de catarros crónicos de bronquios y laringe, asma húmeda y en algunas neurosis de los órganos-respiratorios.

Los clientes, en su mayoría, pertenecían a la nobleza o a las clases altas, y eran sobre todo madrileños.

En 1986 se cerró el Balneario y, al poco tiempo, vinieron en 1905 las Monjas Agustinas desde Mondragón, utilizando el balneario como convento. Hoy en día, continúa realizando esta función.

Trabajo basado en la tesis doctoral de José Mª Urkia Etxabe

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