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Amelia GUIBERT NAVAZ
María Esther nace en Pamplona, el día 30 de marzo de 1911. Es la menor de los diez hijos que tuvieron Teodoro Navaz Huici, técnico de obras en el Ayuntamiento de Pamplona y María Ana Sanz Huarte, Directora de la Escuela Normal de Pamplona.
Posible autorretrato (década de los cuarenta). Óleo de María Esther Navaz.
En María Esther se aúnan las dos tendencias vocacionales de la familia: la artística y docente de los Sanz, y la educativa de los Huarte.
Miguel Sanz Benito y Mariano Sanz Tarazona fueron su bisabuelo y abuelo respectivamente. El primero fue primer director de la Escuela de Arte de Pamplona, y Mariano, igualmente, fue director y profesor de la misma Escuela. Ambos fueron también pintores reconocidos en Pamplona. Por otro lado la tendencia marcadamente docente e innovadora de la familia Huarte: su abuela, Mercedes Huarte y Callís, directora, durante cincuenta años, del prestigioso Colegio Huarte, y su madre, María Ana Sanz Huarte, pionera en la educación de la mujer como pedagoga y directora de la Escuela Normal, influyeron decisivamente en ella.
Ambas tendencias estarán presentes tanto en su etapa formativa como en la profesional.
Inició brillantemente estudios de magisterio en la Escuela Normal de Pamplona (1926-1930) obteniendo, al finalizar los estudios, Matrícula de Honor así como el premio Ansoleaga. Posteriormente, ingresó, en 1931, en la Academia de Bellas Artes, en Madrid, donde destacó por sus calificaciones y terminó con brillantez consiguiendo, como dice el lenguaje popular, “ingresar a la primera” y terminar sus estudios (1931-1935) “curso a curso”. María Ana Sanz, en mayo del 35, escribe a su hija pequeña: “María Esther de mi vida: me impresionó la noticia; Diploma, primer Diploma, nota excelente, curso aprobado. Esto es terminar con honra y gloria la carrera. El recuerdo del padre, que tanto se enorgullecería del triunfo de sus hijos no se apartará de mí... ¿como consuelo? ¿Como nostalgia y dolor? Quién sabe si el Señor no permitirá a sus elegidos gozar con las venturas de los que aquí tanto le amaron?”.
Su certificación académica personal confirma el excelente expediente académico de María Esther que cuenta con Diplomas de Honor y de Mérito en asignaturas como: Perspectiva, Anatomía, Dibujo de Estatuas, Estudios preparativos de Color, Dibujo del Natural, Teoría de las Bellas Artes, Pintura Decorativa y Matrícula de Honor en Estudios Prácticos de Ornamentación. También obtuvo Matrícula de Honor en dos asignaturas cursadas, tras su licenciatura, en el curso 1941-1942: Estudios preparativos de Colorido y Colorido y Composición.
Tras obtener la Licenciatura, sigue en Madrid para prepararse, como aconsejaba su madre: “pues sí tienes que hacer oposición” para poder ejercer de profesora. Y, efectivamente, continuará por una parte su formación artística en contacto con la denominada “Joven Escuela de Madrid”, siendo alumna de Vázquez Díaz y por otra será “cursillista” para conseguir plaza de profesora de Instituto. Durante toda la Guerra Civil, compagina su formación con su producción artística —actividad que será primordial hasta la década de los 50— en Madrid, aislada de su familia y sufriendo carencias, enfermedades y el dolor por la muerte y la lejanía de la familia, sus compañeros y amigos de carrera. “Amiga Esther dos palabras para comunicarte la pena que me aflige, ayer me comunicaron la terrible noticia de que Pepe Hernández Iglesias había muerto, víctima de un accidente, es un amigo más que cae a consecuencia de la maldita guerra, ayer, Cano y Facio” hoy Hernández, y mañana...? escribe, en una postal, su compañero de Bellas Artes y amigo José Santabárbara, en octubre del 37. Fiel a sus amistades, fueran del signo político que fueran, se arriesgó dando protección a personas amigas perseguidas en la etapa de La Guerra Civil.
A partir de 1939 fijará su residencia en la casa de su hermana Carmela, en Alameda 2, 2º, en San Sebastián y vivirá en esta ciudad hasta su muerte. Serán frecuentes los viajes a Madrid y otras ciudades ya que sigue en contacto artístico con Daniel Vázquez Díaz, José Caballero, Juan Antonio Morales, Pedro Bueno, entre otros. Visitará asiduamente Pamplona, donde practicará un género que desarrollará magistralmente a lo largo de su vida: la pintura de retratos de niños.
En Córdoba con Vázquez Díaz y compañeros pintores. Esther 3ª empezando por la derecha. (Década de los cuarenta). Reportajes “Santos” Córdoba.
Hasta la década de los 50, María Esther se dedicará intensamente a su producción artística. Pinta numerosas obras que expondrá en Madrid y San Sebastián que serán muy valoradas por la crítica. Su primer exposición individual —había participado en otras colectivas anteriormente— será en San Sebastián. En la Sala Municipal de Arte, en julio de 1950, incluye 32 obras, de temática variada. La crítica destaca: “Esther Navaz es creadora auténtica. Tiene conocimientos y espontánea habilidad para ordenar y harmonizar sus composiciones de modo y manera que éstas admiran y encantan. Sus trabajos son equilibrados y bellos. Llenos de espíritu humano, pero del espíritu humano que no está al alcance de toda la humanidad. Son realizaciones las de esta artista, para minorías selectas. Obras exquisitas, bellísimas. Escenas frescas, ponderadas, ricas, seductoras. Sus dibujos “a la línea”, justísimos, precisos, equilibrados”.1
Al año siguiente, en mayo de 1951, y en la prestigiosa sala CLAN —figuran como expositores anteriores: Picasso, Miró, Chagall, Klee, José Caballero, Benjamín Palencia, entre otros— María Esther expondrá individualmente 18 composiciones de las 32 presentadas en San Sebastián el año anterior. Figuran, en primer lugar “Los siete pecados capitales” y otras composiciones como: “Las sirenas y el pescador, “El circo”, “El tobogán”, “Danza macabra”, “La lectora”... El folleto de la exposición está prologada por un texto de Gabriel Celaya: “A pesar de los títulos que Esther Navaz pone algunas veces a sus dibujos, éstos no son alegorías sino imágenes realmente primarias. En cuanto nos asomamos a ellos, experimentamos esa emoción virgen, que yo no sé si está más allá o más acá de la Belleza, pero que es, sin duda, la raíz de toda verdadera obra de arte (...). Hay que ver cuántos secretos,cuantos detalles y cuantas sorpresas ha ido descubriendo y poniendo Esther por los últimos rinconcillos de sus dibujos. Adentrarse en ellos es como caminar por ese bosque encantado en el que las criaturas más impensables aparecen de pronto y nos descubren su evidencia y hasta su necesidad. Aquí todo es revelación. Habrá quizá, misterio, pero no confusión. Porque el verdadero cuento no es el las mil y una noches, sino el de los mil y un días. “El vidente -decía Novalis— es el hombre enteramente consciente”. Y enteramente consciente me parece Esther Navaz, tanto por la santa minuciosidad como por la claridad original con que nos da esas estampas reveladoras del prodigioso e incontaminado niño, sabio en fábulas, que ella y todos llevamos dentro como un último y, quizá, definitivo secreto”.
La exposición tuvo amplia repercusión y crítica favorable en la prensa de Madrid, San Sebastián y Pamplona.
Diploma.
Más adelante, participará en exposiciones colectivas, junto con Gonzalo Chillida, en la sala de Arte del Círculo Cultural y Ateneo Guipuzcoano. En ellas aparecen temas de paisajes y retratos de niños. Posteriormente, realizará la parte gráfica de alguno de los libros editados por Karmele Saint Martín, seudónimo de su hermana Carmela.
El hecho de que siguió pintando hasta edad avanzada explica su amplia producción artística de temática variada, en su mayor parte inédita. La indiscutible calidad artística de María Esther Navaz, pide a gritos una exposición favorecida por Instituciones interesadas en hacer conocer a artistas de nuestra tierra.
1Javier Gaytan de Ayala en “la voz de España” 19 julio 1950.
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