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I Centenario de la finca Santiago-Echea, de Ignacio Zuloaga

Mariano GÓMEZ DE CASO ESTRADA

El día 15 de diciembre de 1910 Ignacio Zuloaga, desde San Sebastián, escribe a su tío Daniel: Aquí me tienes que he tenido que venir a firmar todos los papeles de Zumaya; mañana vuelvo a Saint-Médard-en-Jalles, y el lunes, a París.

Meses antes, el sábado 3 de septiembre se había anunciado en el Boletín Oficial de Bienes Nacionales de la provincia de Guipúzcoa la subasta de unos terrenos en Zumaya, 41.700 metros cuadrados en 4500 pesetas.

Los terrenos están situados a un kilómetro de la Villa, a la izquierda de la carretera que va a San Sebastián, donde existió una ermita dedicada al apóstol Santiago, en la Ruta Jacobea. Hacia poniente, la marisma ocupaba la mayor parte, casi alcanzando la desembocadura del río Urola.

Zuloaga se encontraba eufórico. Había alcanzado el deseo de poseer un bien muy deseado.

Natural de Eibar (1870) su tendencia hacia la pintura le empujó a marchar a Madrid a estudiar en el Museo del Prado. Tenía 17 años. En el futuro dirá frecuentemente: Mis maestros fueron Velázquez, Zurbarán, Ribera, El Greco y Goya.

Marcha luego, para completar su formación a Roma, en el año 1889 y de allí, a París, capital de la cultura. Convive con Toulouse-Lautrec, Degas, Maxime Dethomas, y un grupo de españoles: Rusiñol, Casas, Jordá, Uranga, Paco Durrio, Losada...

En el año 1899 se casa con Valentine Dethomas, de distinguida familia bordolesa.

En París tiene su casa, su estudio, unas exposiciones que le premian y una sociedad, alta y baja, en la que encuentra un acomodo digno de su carácter y de su valía.

Dejaba su estudio de la calle Caulaincourt, en Montmartre, cuando los calores estivales molestaban y, con la familia, se desplazaba a Burdeos, San Juan de Luz o Bayona donde ésta quedaba y él, cruzaba la frontera y, carretera adelante, buscaba esa Andalucía y Castilla que tanto le inspiraban.

En noviembre o diciembre, una vez realizados sus cuadros, recogía a la familia para retornar a París.

En París, exposiciones de primavera, y más exposiciones por toda Europa y América. Eran desplazamientos donde recogía honores y muchas ventas. Estaba considerado como uno de los mejores pintores españoles, solicitado por la nobleza europea, los magnates de ambos mundos, directores de galerías de arte, coleccionistas y los museos más renombrados.

Decide tener casa en España. Viaja mucho por ella; ese ajetreo pedía un reposo, un sitio junto a la villa que le vio nacer, y recorre la costa guipuzcoana para buscarlo.

Estando en Eibar, el 23 de julio de 1907, escribe a su citado tío Daniel: mañana por la mañana que iremos los dos [Él y Juan, su primo, hijo de Daniel] a Orio en donde comeremos y luego por la tarde llegaremos los dos a San Sebastián a las 3. Yo me quedaré un día para subir a Igueldo a ver aquellos terrenos.

Como se ve, ya en 1907, recorre la costa. Por fin, tres años después lo encuentra en Zumaya.

Adquirido el dominio fue necesario consolidar el terreno, sometido a las variantes de las mareas, y para ello es necesario acarrear muchísimos metros cúbicos de piedra y tierra procedentes de laderas de monte que hubo de comprar, frente a su finca.

Vivienda de Zuloaga

Vivienda de Zuloaga.

Dos años después, el terreno ya estaba listo para el comienzo de las obras de una amplia vivienda, casona de estilo vasco, que encomienda al arquitecto don Pedro Guimón y al contratista don José María Alcorta. El día 14 de julio, fiesta nacional de Francia, patria de su esposa, se bendice y queda inaugurada con el nombre de Santiago-echea.

Zuloaga, buen coleccionista, experto en antigüedades, quiere dejar su impronta en la vivienda.

Años atrás, Daniel e Ignacio visitaron el monasterio de Silos. De ciertos capiteles y bajorrelieves del claustro se sirvió don Daniel para composiciones futuras. Una de ellas fue la chimenea abierta que, a petición de Ignacio, instaló en Santiago-echea, obra destacada por su originalidad y perfección.

El voladizo lo colocó a 2’15 metros del suelo y llega hasta el techo; consta de tres paneles de 70 x 100 cm, separados por columnas de madera tallada y estofada de estilo renacentista, con temas de la Anunciación, la Natividad y la Resurrección. Al fondo, en el muro reprodujo uno de los frontales del monasterio, a tamaño natural, Jesús y seis apóstoles, los rostros a medio relieve, esmaltados.

Tal impresión causó a Ignacio que, escribe a su tío apasionadamente: Ahora hablemos de tu chimenea. Es archicojonuda, es lo mejor que has hecho. Verás que efecto va a hacer. Estoy entusiasmadísimo.

Y no fue sólo la chimenea. Todo el edificio se convirtió en un museo por la cantidad de arte con que lo ornó. Tallas de Rodin, Sebastián Miranda, cuadros de Utrillo, Uranga, Máxime Dethomas, etc.

Zuloaga lo tiene todo bien pensado. Quiere una buena finca. Cuando, antes de esa fecha, se encontraba en París, el 23 de junio escribe a su tío Daniel: He estado dos días en Zumaya para arreglar un asunto de un trozo de terreno. El asunto lo resuelve después de la inauguración, y no es otro que la compra del caserío Santiago situado al borde de la carretera, limitando con lo suyo, lo que supone disponer de mayor terreno y gozar de beneficiosa intimidad.

Sigue con la familia en Zumaya lo que resta de año y, a la entrada de 1915, pide a Alcorta y a Guimón que se comiencen nuevas obras.

Como a un centenar de pasos, hacia el sureste de la vivienda, quiere construir un bloque formado por cuatro edificaciones muy bien diferenciadas en cuanto a volúmenes, alturas y orientaciones. Allí se encontraban las ruinas de lo que antaño fue hospital de peregrinos del camino a Santiago de Compostela. Se prepara el terreno y, con las piedras de esos restos, se acomete la construcción del estudio. Resulta un amplio salón, de gran claridad.

Estudio de Ignacio Zuloaga

Estudio de Ignacio Zuloaga.

Posteriormente, comunicado con éste, se levanta lo que va a ser el museo, salón de unos noventa metros cuadrados, de altos muros y amplios ventanales.

Sala del Museo

Sala del Museo.

Comunica el museo con la capilla, provista de coro alto. En el exterior, un severo atrio da más carácter a este lugar sagrado.

Interior de la capilla

Interior de la capilla.

El cuarto bloque está dedicado a vivienda del guarda, con tendencias a caserío vasco, es avanzada del estudio, en el que no falta un amplio garaje.

Hoy, la tercera y cuarta generación de la familia, cuidan todo con esmero y atienden a los visitantes. Son fieles a los deseos del abuelo y del bisabuelo: Todo cuanto poseo con un valor o interés artístico lo tengo a puerta abierta en mi Museo de Zumaya.

Privilegiado, la fortuna recompensa sus buenas cualidades de pintor, por lo que le fue posible reservarse un buen número de cuadros y dibujos, hoy legado considerable que se admira en lo que fue el estudio.

En la sala dedicada a museo, hay un importante conjunto de esculturas antiguas, del siglo XIII, así como piezas de orfebrería, unas y otras heredadas de su abuelo y de su padre. Lujosas vitrinas, bargueños, mesas y sillones ponen de manifiesto sus gustos por las antigüedades. Prolija sería la tarea de enumerar los óleos que se exhiben. Desde góticos del siglo XIV hasta sus contemporáneos del XX, todos están representados. Por enumerar los más sobresalientes hay que citar a Zurbarán, Greco, Goya, Eugenio Lucas, y Vicente López.

En la ermita se encuentran dos hermosísimos retablos, del siglo XIV. Preside el retablo principal un Cristo, talla en madera de su gran amigo Beobide y una Dolorosa de Quintín de Torre.

Imposible silenciar la labor desarrollada por los nietos del pintor y que siguen realizando los bisnietos. Cuidan la que quizás sea la mayor colección de cartas que artista español haya recibido. Más de cinco mil, procedentes de unos ochocientos remitentes, son las que, hasta el momento se han catalogado. Investigadores nacionales y extranjeros han publicado las relaciones de Zuloaga con Rodin, Rodríguez Larreta, Falla, Paco Durrio, Regoyos, Unamuno, Fabián de Castro, Alice Garret, Walter Starkie, José Rodao, Daniel Zuloaga, sobre pintores contemporáneos franceses, escultores españoles, etc.

Igualmente, también de valor incalculable es la hemeroteca que recoge prácticamente toda la vida del pintor.

Se completa con una biblioteca y documentos fotográficos capaces de satisfacer al investigador que desee estudiar las miles de facetas que ofrece la vida y el arte de Ignacio Zuloaga.

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