Condenados al silencio

Arantxa UGARTETXEA ARRIETA

Lagundu

Durante mucho tiempo he considerado que si a algo tenía derecho, era, a saber sobre mis orígenes, es decir, lo concerniente a mi nacimiento. Seguramente pienso así porque en mi caso ha ocurrido con naturalidad, nunca nadie me ha negado la posibilidad de saber sobre todo lo que acompañó en su momento mi venida a este mundo. Todo lo contrario, contemplar las raíces familiares, podría decir que hasta el día de hoy sigue siendo, de alguna manera, mi sustento diario.

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Registro civil.
(Las líneas de la izquierda han sido tachadas por la autora).
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En estos momentos históricos, el término de niñas y niños robados corre de boca en boca en esta nuestra Euskal Herria entre silencios explícitos e implícitos, con más o menos miedo, entre personas sufridoras de esta condición social, como si no tuvieran derecho a saber lo que ocurrió cuando todavía no eran dueños de sus decisiones más vitales. Los argumentos a los que se recurre justificando esta marginación social, son manipulados desde quien ejerce la autoridad y el poder concerniente en cada caso, estando involucrados un número considerable de niñas y niños, hoy adultos, condenados al silencio desde la jurisprudencia (en Guipúzcoa las denuncias interpuestas son 213 habiendo sido archivadas por diferentes causas 192, es decir más del 90%), a la que han recurrido con la confianza de aportar datos más que suficientes, sin otro deseo que salir del limbo al que han sido desterrados biológicamente.

Existen adopciones irregulares, es decir, procesos que no han cumplido los requisitos correspondientes para una adopción legal y sin embargo aparecen legalizadas, hechos que más bien responden a términos como apropiación o cesión de bebés, en las que la compensación económica ha sido efectiva. Algunas de las apropiaciones y cesiones de bebés han sido detectadas desde búsquedas personales pero hasta el día de hoy, estas personas, continúan sin posibilidades de consuelo. La terquedad institucional sentida al respecto y amparada, según dicen, desde la ley de protección de datos, seguramente protegió a alguna de las partes en su momento, pero desde luego no protege a las personas que buscan con necesidad vital, su origen biológico. Las situaciones no son las mismas que eran y por lo mismo las respuestas no pueden ser la negativa permanente como si aquí no hubiera pasado nada. Sería justo que la memoria histórica considerara una salida digna a esta problemática. Estas heridas causadas por ese mal trato, que albergan las entrañas de hombres y mujeres de nuestra tierra, necesita ser subsanado.

Cuando acudo al registro civil o en busca de alguna partida de bautismo al obispado, con la esperanza de algún cambio, porque la ley si ha cambiado, veo que la respuesta sigue siendo la misma que hace años, es decir: el lugar de los datos fundamentales sigue vacío, es decir no figuran ni la madre ni el padre biológicos, pero al margen aparecen un sin fin de datos considerados “legales” y relacionados con la llamada adopción. Y pregunto yo ¿estas personas han de presentar cada vez que les pidan, esta documentación indigna y marginal?, ¿hasta cuándo seguirán siendo hijos de nadie?, ¡en algunas ocasiones he sentido auténtica vergüenza ajena en las instituciones de mi país!

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Certificado de bautismo.
(Las líneas de la izquierda han sido tachadas por la autora).
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Que nadie piense que estoy en contra de la dignidad de la mujer y tampoco de la del hombre, es precisamente eso lo que me lleva a expresarme de este modo. La maternidad y la paternidad han de ser protegidas y acompañadas durante toda la vida por nuestras instituciones y ello implica menos manipulación con los recién nacidos, posibles padres y madres en el devenir de la historia. El derecho a saber es totalmente legítimo. Necesitamos urgentemente cambiar estas prácticas que condenan autoritariamente al silencio y tan poco ayudan a la salud personal y ciudadana.

Sigo albergando la esperanza de que un día, en las instituciones, habrá una sensibilidad mayor con relación a este problema y no tanto la aferrada fidelidad al cumplimiento de una ley correspondiente a momentos históricos ya superados, teniendo en cuenta que en la actualidad la propia ley ha sido mejorada. Deseo para las personas que todavía no lo hayan logrado que encuentren la respuesta: a una identidad completa; a saber de dónde vienen; a por qué fueron dados en adopción; y finalmente superen el vacío causado por la ausencia de una imagen corporal al carecer de espejo biológico. Deseo que sus sentimientos de lealtad y amor hacia los padres adoptantes perduren y superen el miedo al rechazo y al abandono que durante muchos años, quizás, hayan reprimido o contenido.

No me queda más que añadir las tan repetidas palabras del pedagogo brasileño Paulo Freire, cuando totalmente convencido y esperanzado nos decía: Liberando al oprimido, liberamos también, al opresor. Que saudade profesor!

Lagundu

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