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INTRODUCCIÓN
Mineral y fuego, en sabia combinación con el esfuerzo humano y la experiencia de los siglos... Así se elabora el metal, el segundo gran descubrimiento de nuestra especie sólo superado por el del fuego.
Cuando la humanidad aprendió a domar los metales, la Prehistoria tocó a su fin y comenzó una larga andadura cultural.
Tanto es así, que el progreso de la técnica metalúrgica marca los momentos principales de la antigüedad: las llamadas edades del Bronce y del Hierro.
A comienzos del milenio aproximadamente, la introducción de la fuerza hidráulica hizo que menesteres tales como la molienda o la misma producción de metales sufrieran una auténtica revolución técnica. Así nacieron las ferrerías, factorías del hierro para la confección de un sinfín de enseres metálicos que facilitaron la vida de nuestros ancestros.
Las ferrerías, que tanta fama dieron a Euskal Herria, se dividían en "mayores" -las dedicadas a la transformación del mineral en metal-, y "las ferrerías menores" o "martinetes" encargadas de convertir el hierro dulce en aperos de labranza, armas o útiles domésticos.
Los herreros gozaban en la antigüedad de enorme consideración. En la Grecia clásica estaban protegidos por Hefesto, dios de la técnica y del saber práctico. Sus templos eran escenario de las grandes fiestas "calceas", protagonizadas por los caldereros. En la cultura romana su protector era Vulcano, quien reunía también las dos principales virtudes del género humano: la fuerza y la inteligencia.
Los herreros vascos destacaron durante siglos en la forja, razón de que en muchas iglesias y catedrales de la península se exhiban aún hoy espléndidos trabajos de rejas y cerrajas nacidos en fraguas de Euskal Herria.
Pedro Zapata, herrero de Arizkun, posee una larga experiencia. Prácticamente, el oficio no tiene secretos para él. A este artesano dedicaremos hoy nuestro artículo.