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EL OFICIO
Hasta la aparición de los plásticos, las cestas de madera constituían el elemento primordial para la carga y transporte de menudencias. Ante la ausencia de mercado para su comercio, y el gran esfuerzo que exige la confección de cada uno de estos elementos, el ancestral oficio del cestero corre hacia su práctica extinción.
Para su trabajo selecciona cepas rectas de castaño, que corta siempre en luna menguante, de noviembre a febrero. Cepas de unos 5 a 7 años.
Para su conservación, el material se empoza esto es, se mete en un pozo situado siempre cerca del taller del artesano, donde estarán las piezas hasta que se necesiten, pudiendo pasar allí incluso años, pero procurando que no pasen de cinco. Para evitar que floten se les suele colocar piedras por encima.
A continuación procede a sacar las tiras, esto es, transformar la cepa en tiras planas con ayuda de la cuchilla y el machete para abrirla; y sus manos y pies para sacarlas.
También manualmente en el banco y con ayuda del aziak, cepilla las cintas hasta que la superficie quede completamente homogénea. Entretejiendo primero la base que soportará el mayor peso y que por tanto llevará tiras más gruesas y grandes y luego los laterales de la cesta, termina la faena aplicando un refuerzo por todo el contorno.
El asidero de la cesta se hace igualmente con rama, y se sujeta en sus extremos con un par de puntas metálicas.
Juan Unzueta recibe pedidos desde todos los rincones de Euskal Herria, habida cuenta que sus cestas poseen, además de una función práctica, un indudable valor etnográfico.
BIBLIOGRAFÍA