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HISTORIA
LAS ESTELAS DISCOIDALES
Dado que estamos ante un artesano que fabrica estelas discoidales, creo que sería interesante explicar un poco de que hablamos.
Llamamos estela a la placa que se coloca en un determinado lugar para conmemorar algún acontecimiento, o a las que se ponen en los cementerios, sea con o sin inscripción (con el nombre de los allí enterrados, alguna oración o epitafio, etc.). Cuando tienen forma de disco se llaman estelas discoidales. En estos casos suelen tener una cabeza redonda o discal unida al suelo por medio de un vástago.
Los grupos indoeuropeos que poblaron la península entre el segundo y el primer milenio antes de Cristo trajeron consigo una serie de modos de vida, ritos y creencias que aparecen entre nosotros al final de la Edad del Bronce, y llegan hasta la Edad del Hierro. De este nuevo bagaje cultural nos han quedado colgantes, adornos antropomorfos y discos solares esparcidos por todo el norte de la península. Ejemplo de esto son las preciosas estelas monumentales del valle cántabro de Buelna, que podemos ver en el Museo Arqueológico de Santander, de casi 2 metros de diámetro en el disco. Según Camón Aznar, en origen señalaban la sepultura de algún jefe de tribu que vivió unos dos siglos antes de Cristo. Un poco más tardías son las estelas de San Andrés de Araba, cuyos motivos también las emparentan con las de Santander.
Al inicio de la Era desaparecen en nuestra zona las estelas discoidales de piedra. Habrá que esperar hasta el siglo IX para encontrar nuevas piezas -de esa época datan las de Argiñeta, en Elorrio (Bizkaia)-, pero sólo a partir del siglo XII hallaremos abundantes estelas en todo el territorio vasco y en las provincias limítrofes, señalando las cabeceras de las tumbas situadas en el exterior de los primeros templos cristianos vascos.