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HISTORIA
Aita Manuel de Larramendik (1690-1766), “Corografía de Guipúzcoa” obran, “TRAJES Y MODAS” izeneko atal bat jaso zuen. Honela dio bertan:
“Todos los guipuzcoanos, ellos y ellas, son muy inclinados a andar bien vestidos y no aparecer en las calles, plazas e iglesias ni entre gentes, sino muy limpios y decentes. Nunca se ve en Guipúzcoa tanto capipardo, braguirroto, cazcarriento, arlote, desgreñado, mugriento, desparrajado, asquerosos y sucio como se encuentra en los pueblos de Castilla y otros reinos. En el monte y en sus caserías retiradas del pueblo, donde se ven solos y miran ellos mismos, andan con menos escrúpulo y más libertad, vestidos de cualquier modo oportuno para el trabajo y labores del campo y del monte. Pero bajando al pueblo a funciones de iglesia, a fiestas u otras precisiones y ocurrencias, se visten con tal aire y decencia, que puede dudarse si son aquellos del monte y de las caserías. Y los forasteros que examinasen a las gentes de Guipúzcoa sólo en días de fiesta, dirían que todos eran acomodados, así hombres como hembras, y que no habla labradores, ni oficiales, ni pobres: se entiende, si no les mirasen a las manos, en que seguramente hallarían el desengaño de sus primeras aprensiones.... ....Conservan también los capusayes y charteses con capilla, mangas anchas y cortas, de que usan en el monte en tiempos lluviosos y cuando cogen argoma y cortan espinas y zarzas y otros trabajos. Pero estos capusayes se han desterrado aun de la gente común de los pueblos, y nunca se han estilado entre mujeres. Estas en las caserías usan también de abarcas, y en las cabezas de unos tocados de lienzo, más o menos fino, con que se cubren, y son de más o menos. aire, y en su acomodo y positura hay muchas diferencias; y tiene este tocado varios nombres, según los países: curbicheta, buruco estalquía, oiala, zapia. Cuando bajan de sus caserías los días de fiesta para oír misa y otras funciones de iglesia, tienen en los lugares sus jnciecheas, en particular las mujeres, y así se llaman las casas en que se visten y se mudan, y son las de sus amos o amigos: y vestidos alli con limpieza y decencia, se presentan en la calle delante de la gente, y van de manto o de mantellina a la iglesia. En Beterri apenas se verá hombre ni mujer de casería que ande con abarcas en día de fiesta, ni en la iglesia ni en las calles; en Goyerri aún se ve mucho de eso y me pareció que desdecían de lo demás del vestido cuando lo observé la primera vez, aunque, ya acostumbrados los ojos, no me disuena la junta de abarcas y mantos. Los más de los caseros propietarios e inquilinos de cuenta tienen sus casacas y calzón de paño de Segovia, con que bajan a la calle ya la iglesia (o de otros paños no burdos, y usan mucho de felpa tripe para calzones), y corresponde la chupa y almilla, media, zapato y sombrero, y asi ocupan el sitio y los asientos destinados para los hombres, que están separados del lugar de las mujeres. Los caseros e inquilinos que no son de tanta cuenta, muchos gastan también paño de Segovia; pero los más se visten de otros paños, pero ninguno burdo ni basto, en particular los mozos y casaderos, y usan mucho de felpa tripe para calzones. Unos y otros bajan con caras y manos lavadas y limpias; ninguno con camisa sucia, en que ponen gran cuidado; ninguno huele a mugre, a chotuno, a sobaquina; los más con pañuelos blancos, o de color, para sonarse con decencia y no valerse del reverso de las capas u hongarinas, como lo hacen en Campos y otras partes de Castilla los labradores. Los caseros propietarios y de cuenta vienen con espadines, aunque no son muchos, o con espadas largas, que, aunque han querido desterrarse al mismo tiempo que las golillas, han quedado muchísimas en Guipúzcoa, a lo menos para los alardes y para la danza de espadas, que está en vigor. Los otros caseros y los mozos vienen de montera y palos altos y fuertes, que les sirven para bajar cuestas y montes, y después de arma y defensa en las ocasiones; y para riñas y pendencias quieren más su palo que cualquiera espada. Si los caseros bajan con tanta decencia y limpieza, dicho se está que las mujeres e hijas vendrán con más aire y primor. Todas las guipuzcoanas son de una inclinación predominante a la ropa blanca, y en tener la mucha y buena tienen su mayor gusto y cuidado. Bajan de sus caserías con su ajuar en la cabeza; limpias caras y manos como una plata. La camisa, o es de una pieza, como la del hombre, o de dos, que se compone de enaguas blancas, que llaman atorra, y de mangas y cuello, y dos faldas abiertas hasta la cintura, y llaman charamela y atorramauca. Pónense medias, zapatos y hebillas. Sobre el zagalejo se visten las sayas, o lo que ahora llaman guardapiés, y donde pusieron ese nombre apenas debía llamarse guardapiernas; tan al aire las traen y tan descubiertas las grandísimas de poca vergüenza. Nuestras caseras se ponen sobre otras, por lo común, una saya de lila encarnada con galón blanco, y en fin la basquiña o saya superior negra de carro de oro. Antes de esto cubren su cabeza con el tocado blanco como la nieve, y gastan hasta prolijidad en acomodarlo, ya de un modo, ya de otro, y siempre con mucho aire. No hay casera casada que ande con la cabeza descubierta, aunque sí las casaderas. Arman las orejas con pendientes, aunque sean de perlas falsas; el cuello con una cruz pulida, pendiente de cinta negra; el medio cuerpo, espalda y pecho con un jubón ajustado de raso, que se ata con abujeta de seda; luego casaca de damasco; los brazos con manguillas o mangas cortas de persiana. Vuelven otra vez al cuello a cubrirlo con una corbata limpísima de gasa y encajes, que con alfileres aquí y alfileres allí la prenden con notable gusto y proporción y quedan modestísimamente cubiertas. En el punto de salir ya a la calle y a la iglesia ponen su mantellina negra orlada de cinta negra, o manto de tafetán negro, menos cuando están de duelo y de honras, de que luego hablaremos. Toman su rosario en la mano, y es muy común que esté engarzado en plata, y así andan en la calle y están en la iglesia. Pero ¿cómo se hace este milagro en pobres labradoras y caseras? Quitándoselo de la boca y ahorrando cuanto pueden en el comer y beber. Yo sé que en otras partes hombres y mujeres de labranza y oficiales están más entregados a su vientre y a comer y beber, y andan arlotes y mal vestidos; pero en Guipúzcoa son dados a vestirse y engalanarse, y estiman más que uno les diga: Ederqui apaindua zaude, que no el que les diga: Oparo barazcaldu dezu.” |
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