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HISTORIA
No hay duda de que el hombre desde la prehistoria usaría la miel de las colmenas, al igual que lo hacen otros animales. Este sería su primer “dulce”.
Sabemos que las primeras civilizaciones hacían postres usando la miel.
Los egipcios en tiempos de Ramses II usaban dos tipos de miel, una oscura y otra clara. Se conservaba en vasijas cerradas selladas con cera. Se usaba para hacer tortas de pan que se enriquecían con huevos y se endulzaba con miel o frutas, como los dátiles, productos este último más económico que la miel y por lo tanto más popular.
En la Biblia los hebreos designan a la tierra prometida como “Un país con arroyos de leche y miel”.
Los fenicios como grandes comerciantes, ya en el s. III a. C. compraban y vendían ánforas con miel.
Los romanos conocían ya las obleas y las tartas. Los árabes aportaron al mundo de los postres el uso de la almendra y las yemas de huevo y la introducción del azúcar en occidente, que constituyó una revolución gastronómica en su momento.
Es en la Edad Media en donde se populariza en las grandes ciudades y en las cortes reales la figura del “pastelero”, que trabaja generalmente en la realización de empanadas.
Entre nosotros la figura popular era la del “confitero”, personaje dedicado a la venta de dulces y “confituras” (frutas confitadas). El “confitero” fabricaba el chocolate (a partir del siglo XVI en que se trajo de América), los caramelos, algunos tipos de pastelitos (“opillas” y similares) y velas. Era pues chocolatero + caramelero + pastelero + cerero a la vez.
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