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Construyendo cine. Donostia Zinemaldia 2008

¡Más cine, más cine por favor! ; Que toda la vida es cine y los sueños cine son” cita la canción de Luís Eduardo Aute elegida como lema de esta edición que cerró sus puertas la pasada semana. El balance global ha recibido el calificativo de excelente. Demuestra, no sólo el período dulce que vive el cine en su cosecha 2008, sino también la sagacidad de los miembros del comité de selección al saber elegir lo mejor de la producción anual en cualquier género, inclusive el tan arriesgado como el experimental.

El jurado ha emitido una nota oficial felicitando la inmejorable calidad de la selección —opinión que este crítico comparte, aunque no esté de acuerdo en las películas que ellos han considerado las mejores—. No pretendo valorar ni criticar sus decisiones sino que considero que mi labor se limita a contarles cómo se ha desarrollado para mí el Festival de este año en el que, como cualquier cinéfilo limitado por los horarios, no lo he visto todo sino una parte elegida cuidadosamente según mis intereses.

La sección oficial tenía curiosamente una coincidencia en las temáticas. La casi totalidad de los filmes hablaban de la desestructuración de la familia a partir de la pérdida dentro de ella de un personaje de referencia: La mayoría de las veces la pérdida (muerte o abandono) de una madre o la desaparición de un hijo y sus secuelas en el matrimonio y los hermanos. Me han llegado hasta lo más íntimo películas como la excelente “Aruitemo, aruitemo” (Caminemos, caminemos) del japonés Hirokazu Kore-eda, magnífica descripción del complejo entramado de relaciones familiares mostrado a través de los pequeños gestos cotidianos de una familia que reúne en una sencilla comida dominical a tres generaciones de la misma. La calidad de mirada del autor de la magistral “Nadie sabe” ha sido para mí la obra redonda del festival de este año.

En un nivel similar al anterior destaca la presencia del inclasificable Michael Winterbottom con la valiente “Genova” retrato de la inmensa soledad de una niña que ha perdido a su madre y los mecanismos que inconscientemente pone en marcha para superar el inmenso dolor de la pérdida y el sentimiento de culpa que tiene por ser ella la autora de la circunstancia del accidente que le causó la muerte. La percepción de una ciudad que a pesar de su belleza se vuelve amenazante; carreteras que en las que acecha la presencia de accidente o calles llenas de vehículos amenazantes entre las que la imaginación doliente de la niña hace surgir el fantasma de la madre desaparecida. Una película emocionante, de lo mejor que ha hecho el prolífico autor británico.

Fotograma de la película Genova

Fotograma de la película Genova.

“Frozzen River” (Río helado) de Curtney Hunt demuestra el gran talento que atesoran los cineastas independientes americanos, probablemente antes de que sean engullidos por una industria cada vez más volcada en la rentabilidad económica. Un padre que huye dejando a una mujer con dos hijos en el desolado paisaje nevado de la frontera entre Canadá y los U.S.A cerca de la reserva de los indios mohawk. Para salir adelante la madre y una amiga de la tribu se hacen cómplices en un negocio de contrabando de emigrantes ilegales. Un thriller trepidante que no desdeña un acercamiento lleno de ternura hacia esas dos mujeres tan distintas y el paisaje humano que les rodea. En medio, la superficie blanca del majestuoso río San Lorenzo que amenaza abrirse y tragar a todos los que circulan por su cauce helado.

“Entre les murs” (La clase) del francés Laurent Cantet ganador de la Palma de Oro del Festival de Cannes es un documental sobre un año escolar en una clase de un liceo francés. Las difíciles relaciones entre un profesor y sus alumnos, verdadero mosaico de las nuevas ciudades focos de emigración, signo de los nuevos tiempos a los que nuestra sociedad deberá adaptarse. Esos adolescentes que parece que pasan de todo, si no en las formas sí en el fondo, son receptivos —nadie lo diría— a los valores culturales y educativos que el profesor transmite. Ellos son el termómetro que mide las relaciones que se están estableciendo en las nuevas urbes del futuro.

“Los limoneros” del israelí Eram Riklis cuenta la lucha de una palestina que posee un huerto de limoneros heredado de sus padres, cerca del cual viene a instalar su vivienda el ministro de defensa israelí. Por razones de seguridad las autoridades de ocupación deciden demoler los frutales. Ahí comienza la lucha de esta mujer por defender sus derechos. Al final de su agridulce aunque ineluctable derrota nadie será como antes; su camino por defender la justicia influirá en todas las personas que le rodean, en la mujer del ministro, en su propio abogado y en ella misma liberada de una coraza que su condición de mujer y viuda en Palestina le imponían.

Fotograma de la película Los limoneros

Fotograma de la película Los limoneros.

Este ha sido mi Festival, ciertamente muy distinto de otros espectadores que habrán disfrutado de otras opciones como las inmejorables retrospectivas de Mario Monicelli, Terence Davies o el cine negro japonés. Cada uno ha buscado, y lo más seguro encontrado, su película y a nadie nos importa a quienes han distinguido unos jurados que juegan al juego de elegir lo que ellos consideran lo mejor, pero que no son ni el cine, ni aquellos que lo apoyamos: los espectadores.

No deseo cerrar esta crónica sin referirme a unas de las secciones que aunque estén cerradas al público en general, contienen el germen del que surgirán las nuevas obras de Festivales futuros. Me estoy refiriendo a “Cine en Movimiento” y “Cine en Construcción”. En ellas, cineastas de Sudamérica, África y los países árabes presentan obras sin terminar para que la industria les proporcione los medios técnicos para poder concluir unas películas que necesitan de una última financiación. Allí hemos visto obras tan impactantes como “La nana” del chileno Sebastian Silva, “Norteado” del mejicano Rigoberto Perezcano, el documental libanés “¿Qué fue lo que pasó?” de De Gaulle Eid o la película palestina “Granadas y Mirra” de Najwa Najjar. Estén atentos, las encontrarán aquí o allá, tal vez en el Festival del año que viene. Merecen la pena.

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