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Mendaro: Un río raro bajo un puente inexistente

Juan AGUIRRE SORONDO

Por una de esas paradojas de la historia que nadie termina de entender, Mendaro, lugar ancestral si nos atenemos a sus yacimientos prehistóricos con más de cuatro milenios de edad (Aizbeltz, Aizkoltxo, Agarre, Lizarrola y Kurpittei), fue uno de los últimos municipios guipuzcoanos en constituirse como tal: exactamente en diciembre de 1984.

Ilustración: Josemari Alemán.

Ilustración: Josemari Alemán.

Y por otra paradoja, esta vez del destino en forma de avenidas de agua —elemento que tantas veces ha transformado nuestros bienes más preciados en materiales de derribo—, el símbolo de Mendaro es un puente, el de San Antonio, que dejó de existir poco después de que se institucionalizara la organización municipal.

Mendaro, dulce y extraña. Por aquí riega o deja de regar a tolondrones una erreka, la más “rara y extravagante” de cuantas discurren por Gipuzkoa según el Padre Larramendi: “Quilimón tiene raras humoradas. Detiénese de repente, una veces más, otras veces menos tiempo, tal vez algunos días, las más veces veinticuatro o veintiséis horas, o sólo unas pocas...”. Por fortuna, tanta arbitrariedad natural no impidió el funcionamiento de varias ferrerías y molinos, ni que bajo el puente de San Antonio circulasen cargamentos de mercancías en la ruta del río Deba, factores ambos dinamizadores de su economía desde el medievo.

Dulce también, se ha dicho, porque para muchos Mendaro evoca sabores a chocolate, rosquillas y bolaos. Todavía los Saint-Gerons, saga centenaria de chocolateros, persisten en su pequeño pero operoso negocio, donde además de adquirir onzas del mejor chocolate podremos versarnos en el funcionamiento de su errota.

Se les apoda motxailak a los naturales de esta población joven, con una larga historia de chocolate y agua.

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