Una experiencia personal: “Euskal Herritik-Del país de los vascos”

Koldo SAN SEBASTIÁN

Lagundu

Hacia 1973 comencé a acudir a las clases que don Joxe Miguel de Barandiarán impartía en la Universidad de Navarra. Lo hice durante dos cursos. Me llamó la atención el “cómo” contaba las cosas. Con qué cercanía. Daba la impresión de que las estaba viviendo. No me percaté entonces que, realmente, utilizaba (o había utilizado) fuentes de primera mano en muchos casos. Que las cosas seguían siendo “casi así”. Muchos años después, comprobé que algunos ancianos contaban historias “vividas” con una intensidad... Me pasó con una arratiano nonagenario explicando las historia de “don Martín Txistularije, el cura de Urkiola” a quien escuchaba en la lejanía silbar a su perro de caza. Era su particular versión de la leyenda de “Mateo Txistu”. La diferencia es que él “sí conocía” al cura cazador. ¡Cómo para decirle que no!.

Aquellos temas me gustaban y no dejaba de pensar en lo que hubiesen hecho Barandiarán, Azkue, Aita Donostia... si dispusiesen de los modernos medios de grabación. Es cierto que, en la década de los 1920, hubo un intento de Manuel María de Ynchausti. Luego, algunas obras como la película “Au Pays des Basque” (1930), de Maurice Champreux. Hoy, es una joya pero un día habrá que contar el trasfondo de la historia.

Durante muchos años, me interesaba más la música. Escribía de “folk” en la extinta revista “Disco Expres” y tenía un programa de radio en la fm de Radio Popular de Pamplona. Y aquí tuve la oportunidad de conocer a un hombre excepcional injustamente olvidado: Iñaki Beobide. Fue actor, organizador de “desafíos” de bertsolaris (con Jose Mari Iriondo) y sobre todo productor y hasta editor de la versión vasca de Asterix. El fue el alma y el corazón de Herri Gogoa la legendaria casa discográfica. Y aquí comenzó uno de sus trabajos más importantes: Herri Musika Sorta. Recorrió los pueblos del país con un enorme magnetofón de bobinas grabando las viejas canciones vascas tan y como se cantaban en los pueblos.

Curso monogr?fico de etnolog?a vasca

Hacia 1973 comencé a acudir a las clases que don Joxe Miguel de Barandiarán impartía en la Universidad de Navarra.

El nacimiento de Euskal Telebista supuso la gran oportunidad para la recopilación y difusión de costumbres y tradiciones a lo largo y ancho del país. Las cámaras comenzaron a recorrer valles y aldeas y a mostrar lo que grababan. Así, mientras se rodaba un documental sobre los almadieros, el mismo equipo mantuvo una conversación con Fidela Bernat, la última hablante del euskera roncalés. Luego, vieron algunas series como Eguzki Lore, de Iñaki Eizmendi, o Euskal Herritik-Del País de los vascos.

La experiencia desde El País de los Vascos

En el arranque de Euskal Herritik-Del País de los vascos estuvieron presentes Mikel Lejarza y el imprescindible Iñaki Beobide. En un primer momento, la idea era hacer una serie “para que no se perdiesen cosas”. Solo se tenía clara una premisa: no se iba a reinventar nada, ni a “disfrazar” a la gente para la ocasión. La muerte de Fidela Bernat, por otro lado, marcaba los ritmos.

Comenzamos a partir de un criterio geográfico: de Este a Oeste y fuimos recopilando la mayor cantidad de documentación de temas de etnografía, historia local, etc. El primer capítulo de la serie fue dedicado al Roncal. Nos encontramos con que muy poco de lo que habíamos leído (incluso lo que habíamos conocido veinte años atrás) tenía que ver con la realidad del Valle: las tradiciones, o se habían extinguido, o habían evolucionado de tal forma que se hacían extrañas.

Por lo que se refería al criterio ling?ístico también presentó problemas diversos. En algunas zonas había dejado de hablarse euskara. Luego, estaba la cuestión de los dialectos, subdialectos, incluso modalidades muy localizadas de expresión. Asimismo, cuándo se podía elegir, cuál debía ser la opción: ¿el dialecto local, el batua?. En algunos lugares, preferían hablarnos en francés o en castellano al pensar que no se les iba a entender (los espectadores).

Cuando decidimos seguir criterios temáticos, hubo que lidiar con desconfianzas ancestrales muy comunes en algunos oficios: pastores, cazadores, pescadores y, por supuesto, contrabandistas. En algunos momentos, se trataba de “recuperar” o de que “no se perdiesen” viejas artes de caza y pesca, que hoy son ilegales. Aunque hemos vivido casos curiosos: podías pescar o no truchas en la misma regata dependiendo del lado en que te colocases: legal en Lapurdi, ilegal en Nafarroa.

Una de las mayores dificultades para sacar adelante documentales de este tipo es la del tiempo meteorológico: la dirección del viento puede arruinar la grabación de la caza de palomas con red. La sequía puede adelantar o retrasar la cosecha del trigo o la vendimia,...

Poco a poco, fuimos aprendiendo que lo mejor en estos casos era, en primer lugar, contar siempre con apoyo local: el cura, el alcalde, el personaje popular, el erudito local, ... Casi siempre se convertía en el mejor de los productores. En este punto, siempre recuerdo el trabajo de Nikasio Lejarza, para Zeanuri, Bizkaia, o de Frantxoa Daskon en Xiberua. En segundo lugar, por lo que refería a la formación de equipos de grabación, la cuestión del idioma era fundamental. Si la persona responsable de la grabación en Iparralde, además del euskara sabía francés, era probable que al final los interpelados hablasen en su lengua habitual. Esto nos ocurrió con unos pastores en Santazi. Por lo que se refiere a la meteorología, lo mejor es tener abierta más de una producción, algo que solo es posible cuando se trata de una serie.

De Euskal Herritik-Del País de los Vascos, se grabaron 320 documentales. Los ha habido buenos, malos y regulares. Sin embargo, hoy constituyen un fondo etnográfico interesante donde aún se pueden ver establecimientos como Casa Casla o Aznarez en Pamplona, construir un barco en un astillero de ribera o escuchar una auténtica jota bardenera.

Gracias a Euskal Telebista se ha podido retratar la muerte de la cultura neolítica (y de otras posteriores). Aún quedan retazos. Además, hoy se cuentan con medios de producción más baratos, más manejables y de mayor calidad. Quizá ha llegado el momento que, por ejemplo, una institución como la Fundación José Miguel de Barandiarán, reconstruya el fondo de Euskal Herritik como una forma de hacerlo accesible a los nuevos soportes.

A don José Miguel le solía traer en coche creo que un sobrino. Cuando hacía buen tiempo, lo dejaba frente a la Clínica Universitaria y bajaba paseando hasta el edificio central donde impartía sus clases. Aquel día, había venido a visitarme mi tío cura. Se saludaron y, al irse: “A ese le tuve de profesor en el Seminario de Vitoria. Nos daba Física... Los seminaristas vizcaínos le llamábamos ‘Olentzero’, una historia de la parte de donde él venía”. ¡Vaya sorpresa!. “Una historia de la parte de la que venía” don José Miguel forma parte de la más ancestral tradición (vizcaína en este caso) que hemos grabado tantas y tantas veces. Tan tradicional como los toques del cornetín de órdenes de los alardes de armas de Irún y Hondarribia.

Lagundu

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