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La persona como fin y no como medio

‘Innovación’ es una de las palabras-talismán de nuestro tiempo. Como el ‘abracadabra’ que abre la cueva de los tesoros en los cuentos infantiles, en ocasiones parece que con su sola mención se despeja el camino hacia un futuro de desarrollo y prosperidad. Esto, que como cliché publicitario puede que funcione, no se corresponde con la realidad como lo testimonian quienes día a día están comprometidos con la innovación desde cualquiera de sus vertientes.

Los y las innovadores tienen poco o nada de alquimistas ni de visionarios que, anticipándose al porvenir, fijan el norte de la nave colectiva. Los y las innovadores no ofrecen soluciones sino que de entrada plantean problemas; pero, sobre todo, se esfuerzan por plantearlos correctamente.

Un gran experto internacional en políticas de innovación y en prospectiva, el francés Thierry Gaudin, lo definió muy expresivamente: «Un innovador es un pelmazo» (Un innovateur est un emmerdeur). ¿Por qué pelmazo? Sencillamente porque lo singular del innovador es que nos obliga a cuestionarnos principios y certezas, a romper con inercias y a bucear más allá de lo evidente, a redefinir objetivos, a poner en crisis nuestra propia forma de vivir y de pensar. Los y las innovadores, cuando de verdad lo son, nos sacuden de la indolencia y disipan la ilusión de que las respuestas de ayer servirán también para las preguntas del mañana.

Es por esto que cuando Eusko Ikaskuntza-Sociedad de Estudios Vascos convoca su XVII Congreso en torno a la «Innovación para un progreso social sostenible» (Vitoria-Gasteiz, 18-20 de noviembre), lo que hace es reunir a varios cientos de “pelmazos”, por decirlo a la manera de Gaudin, de maravillosos “pelmazos” de edades comprendidas entre los 18 y los 90 años, de distinta formación, procedencia, intereses e ideologías pero unidos por una conciencia común sobre la necesidad de construir un mundo basado en principios distintos a los que hasta ahora han prevalecido. Lo que obliga a revisar muchos paradigmas y rutinas; a innovar, en una palabra.

Admitido que el crecimiento, el consumo y la competitividad no garantizan un progreso genuino y duradero, debemos ahondar en valores-faro como la solidaridad, la justicia social y la sostenibilidad. Y para esto es menester que pensemos y repensemos muchas cosas: el concepto de Justicia en un mundo globalizado, el valor de lo público, la construcción de una sociedad solidaria, la calidad de vida, las relaciones de género, la necesidad de una memoria social que haga de puente entre el pasado y el futuro... Sobre estos y otros temas va a trabajar el Congreso de Estudios Vascos, un Congreso donde la innovación asoma desde su vertiente más humana: la que sitúa a la persona como eje y medida; la que pone al ser humano como fin y no como medio de las estrategias.

Por otro lado, tal como corresponde a una entidad surgida de la sociedad civil vasca, Eusko Ikaskuntza propone reflexionar sobre las tensiones sociales en el mundo y particularmente las que se dan en Vasconia-Euskal Herria. Mi opinión es que también aquí tenemos que aplicar modelos de innovación que, yendo más allá del contrato social entre ciudadanos y su ordenamiento legal, incidan en el reforzamiento de los lazos humanos que sustentan la convivencia. La paz, la verdadera paz con la que todos soñamos, sólo nacerá de una voluntad sincera de querer vivir juntos y de compartir un futuro común.

Los seres humanos nos cansamos de todo menos de comprender, decía el latino Virgilio. Frase que podría servirnos de divisa a los miembros de Eusko Ikaskuntza, junto a nuestro querido lema “Asmoz ta Jakitez”. Y puesto que sin desaliento intentamos comprender esta época compleja como ninguna otra anterior, no nos queda más remedio que desterrar prejuicios, arrinconar recetas y ortodoxias, y volvernos intelectualmente permeables. Todo con el objetivo de participar en una sociedad, y sociedades, abiertas y a la vez unidas, orgullosas de lo propio y al mismo tiempo fraternales y cooperadoras en lo universal.

Estoy convencido de que el XVII Congreso de Estudios Vascos nos dará energías para seguir trabajando los próximos años por un mundo más justo, más solidario, culturalmente más diverso y cromático, más participativo, desde y con los valores humanos que han sido tradicionales de nuestro Pueblo.

Aunque sea al precio de que nos llamen “pelmazos”.

La opinión de los lectores:

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